Egocentrismo: Cuando el mundo gira alrededor del “yo”
Vivimos en una sociedad donde, cada vez más, parece que lo importante es destacar, ser escuchado, tener razón y ocupar el centro de todo. El egocentrismo se ha convertido en una actitud cada vez más común, aunque muchas veces pase desapercibida o incluso se disfrace de seguridad, autoestima o liderazgo. Pero ¿qué es realmente el egocentrismo y cómo afecta nuestras relaciones, nuestra forma de pensar y de vivir?
¿Qué es el egocentrismo y cómo se manifiesta?
El egocentrismo es una forma de percibir el mundo en la que una persona considera su propio punto de vista como el centro de todo. No se trata simplemente de pensar en uno mismo (lo cual es natural en ciertas dosis), sino de poner al “yo” por encima de todo lo demás: las emociones, las necesidades, las opiniones y las experiencias de los otros.
Quien es egocéntrico tiende a:
- Hablar de sí mismo constantemente.
- Restar valor a los logros o experiencias de los demás.
- Creer que sus ideas son superiores.
- Tener dificultad para escuchar activamente.
- Molestarse cuando no recibe atención.
La raíz del egocentrismo puede ser muy profunda, y no necesariamente significa que alguien sea una mala persona. En muchos casos, es una respuesta defensiva aprendida, una forma de protegerse ante inseguridades, vacíos emocionales o incluso experiencias negativas del pasado.
Desde mi punto de vista, y por lo que veo cada día, hay un exceso de egocentrismo por todas partes. Abundan las personas que quieren ser siempre el centro de atención, acaparar todas las conversaciones, tener siempre la razón. No saben escuchar, solo hablar, y siempre ponen su “yo” en primer lugar. Eso no solo es agotador, también denota una falta de respeto y educación tremenda.
Egocentrismo vs. egoísmo vs. narcisismo: ¿es lo mismo?
Aunque están estrechamente relacionados, el egocentrismo, el egoísmo y el narcisismo no son exactamente lo mismo.
- Egocentrismo: Es la tendencia a considerar únicamente el punto de vista propio. El egocéntrico no necesariamente actúa con malicia; simplemente no logra ver más allá de sí mismo.
- Egoísmo: Implica actuar buscando el propio beneficio, sin tener en cuenta a los demás. Puede existir sin egocentrismo, aunque suelen ir de la mano.
- Narcisismo: Va más allá del egocentrismo. El narcisista no solo se cree el centro del mundo, sino que necesita admiración constante, tiene un sentido inflado de su valía personal y, en casos extremos, puede carecer por completo de empatía.
El egocentrismo puede ser un rasgo de la personalidad, pero también un síntoma temporal o una etapa. Por ejemplo, en la infancia es completamente normal: los niños pequeños aún no desarrollan del todo la capacidad de ponerse en el lugar de otros. El problema viene cuando este rasgo persiste en la edad adulta sin evolucionar.
Causas profundas del egocentrismo: ¿complejo de inferioridad?
Una de las grandes paradojas del egocentrismo es que muchas veces no nace del exceso de autoestima, sino de la falta de ella.
Personas que constantemente buscan atención, que necesitan reafirmarse en cada conversación, que tienen que ganar todas las discusiones o que no toleran la crítica… suelen estar escondiendo una gran inseguridad. En el fondo, pueden estar luchando con un complejo de inferioridad, miedo al rechazo o carencias emocionales que arrastran desde hace años.
Como bien mencioné antes, creo que este tipo de comportamientos esconden algún tipo de complejo. Hay una lucha interna que los empuja a colocarse en primer plano constantemente, como si de esa forma lograran silenciar la sensación de no ser suficientes.
El egocentrismo actúa entonces como una armadura: cuanto más fuerte se muestra alguien hacia fuera, más probable es que se esté protegiendo de una herida emocional hacia dentro.
Rasgos típicos de una persona egocéntrica
Identificar a una persona egocéntrica no siempre es sencillo, ya que no todos los egocéntricos son escandalosos o arrogantes. Algunos pueden ser más sutiles, manipuladores o incluso parecer amables… mientras llevan siempre el control de la conversación hacia sí mismos.
Algunos rasgos comunes:
- Conversaciones unilaterales: Siempre hablan de sí mismos, y rara vez preguntan por los demás.
- Interrupciones frecuentes: No dejan que el otro termine de hablar, y redirigen todo hacia su experiencia.
- Necesidad de reconocimiento constante: Buscan ser elogiados, validados o admirados.
- Intolerancia a la crítica: Se ofenden fácilmente y no aceptan puntos de vista distintos.
- Falsa escucha: Asienten o hacen preguntas, pero solo esperan su turno para volver a hablar.
- Envidia o competencia constante: Compiten por atención, por logros o incluso por sufrimientos (“yo he pasado por cosas peores”).
Estas actitudes no solo desgastan a los demás, también crean barreras que impiden establecer relaciones auténticas.
El impacto del egocentrismo en las relaciones personales
Tener cerca a una persona egocéntrica puede ser, con el tiempo, una fuente de desgaste emocional. Las relaciones (amistosas, familiares, de pareja o laborales) se vuelven desequilibradas, porque siempre hay un lado que da más… y otro que exige más.
La falta de empatía, de escucha real y de validación al otro genera frustración. Y lo peor: muchas veces el egocéntrico no lo nota, porque está tan centrado en su mundo interior que no percibe el malestar ajeno.
Yo lo he vivido más de una vez. Personas que no permiten que los demás brillen, que tienen que ser las protagonistas de todo, y que se molestan cuando se les cuestiona algo. Es como si se sintieran atacadas simplemente porque alguien más tiene una opinión distinta. Eso no solo es egocentrismo: es inmadurez emocional.
Egocentrismo y falta de empatía: una combinación peligrosa
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Cuando el egocentrismo se combina con la falta de empatía, tenemos una bomba relacional.
Una persona así no solo no te escucha, sino que tampoco comprende tu dolor, tus alegrías o tus necesidades. Y si las comprende, no le importan.
Esto es especialmente problemático en el entorno de trabajo o en relaciones afectivas. Un jefe egocéntrico que no escucha a su equipo puede generar un ambiente tóxico. Una pareja egocéntrica que nunca considera al otro, está condenada al desgaste.
El egocentrismo crónico convierte las relaciones en monólogos emocionales donde solo uno tiene espacio para sentir.
Cómo tratar con personas egocéntricas sin perder la paciencia
La solución no siempre es alejarse. Muchas veces, los egocéntricos son parte de nuestro entorno cercano. Entonces, ¿cómo lidiar con ellos?
- Establecer límites claros: No todo debe ser tolerado. Aprende a decir “no” sin culpa.
- No tomarlo personal: Recuerda que su forma de actuar dice más de ellos que de ti.
- Evita discutir por protagonismo: No entres en su juego de atención.
- Refuerza tus emociones: Rodéate de personas empáticas que te nutran emocionalmente.
- Sé espejo, no martillo: A veces, una respuesta amable pero firme los hace reflexionar.
Eso sí, si la relación con una persona egocéntrica te está afectando emocionalmente de manera constante, quizá sea momento de tomar distancia.
¿Se puede cambiar el egocentrismo? Claves para trabajarlo
Sí, se puede cambiar. Pero requiere algo que no todos los egocéntricos están dispuestos a hacer: mirarse hacia dentro.
Trabajar el egocentrismo implica:
- Desarrollar la autoconciencia: ¿por qué necesito tanto reconocimiento?
- Aprender a escuchar activamente: no solo oír, sino comprender al otro.
- Fomentar la humildad emocional: aceptar que no siempre se tiene la razón.
- Abrirse al feedback: recibir críticas constructivas sin sentirse atacado.
- Practicar la empatía: salir del yo y conectar con los demás.
Terapias como la psicología cognitivo-conductual o el mindfulness pueden ser herramientas muy útiles para quienes desean cambiar.
El egocentrismo en la sociedad actual: un fenómeno en aumento
Vivimos en la era del “selfie”, de las redes sociales, del “mírame y valídame”. Es lógico que el egocentrismo esté más presente que nunca. Las plataformas digitales han creado un escenario ideal para alimentar el ego, donde cada “me gusta” se interpreta como una dosis de autoestima.
Pero esto tiene un precio: relaciones más superficiales, conversaciones menos auténticas y una desconexión emocional creciente.
Además, la cultura del rendimiento, del éxito y la competencia constante también refuerzan la idea de que hay que destacar, sobresalir, ser único. Y, muchas veces, eso se traduce en una actitud egocéntrica.
No se trata de demonizar las redes ni el deseo de superación personal. Se trata de encontrar un equilibrio. Porque cuando todo gira en torno a uno mismo, se pierde lo más valioso: la conexión con los demás.
Reflexión final: hacia una convivencia más empática
El egocentrismo no es solo un problema individual. Es un reflejo de una sociedad que necesita urgentemente volver a mirar hacia el otro. Escuchar más. Validar más. Conectar más.
No hay nada de malo en quererse, en tener metas, en cuidar de uno mismo. El problema es cuando eso se hace a costa de ignorar al resto.
Y como he mencionado antes, creo firmemente que muchas de estas actitudes nacen de una herida, de una carencia. Tal vez por eso, más que castigar o despreciar al egocéntrico, la verdadera transformación empieza cuando se le ayuda —si está dispuesto— a salir de ese espejo donde solo ve su reflejo.
Porque al final, nadie se realiza plenamente viviendo solo para sí mismo.
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