El golf es mucho más que un deporte: es una lección de vida… y de paciencia. Para muchos, puede parecer un juego tranquilo y elegante, pero para aquellos que lo practican, es un campo de batalla emocional.
El golf: un deporte y sus frustraciones
Y es que, cuando llevas tiempo con el palo en la mano, no puedes evitar pensar: “¿quién inventó este maldito deporte y por qué me tortura tanto?”. Algunos hasta han escrito libros como El Golf y la Madre que lo Parió para plasmar esta relación de amor-odio. Pero no te preocupes, que no estás solo en la lucha; los mejores golfistas también han tenido sus días de furia.
El campo de batalla emocional
El golf no solo pone a prueba tu destreza, sino también tu paciencia y tu capacidad para aceptar el fracaso, ¡y vaya si hay que aceptar fracasos! Como dijo David Feherty, “el golfista número uno pasa el 90% de su tiempo perdiendo”. Esto explica por qué tantos se sienten frustrados por este deporte, donde cada mal golpe parece el comienzo de una racha infinita de errores. Aun así, siempre queda la esperanza de que el próximo swing sea perfecto, o al menos, no desastroso.
Frases célebres que te harán sonreír (y llorar a la vez)
La sabiduría sobre el golf está llena de humor, muchas veces autocrítico. El legendario Severiano Ballesteros decía: “Me gustaría que las calles fueran más estrechas. Así todo el mundo tendría que jugar desde el rough, y no solo yo”. Con un poco de sarcasmo, estas frases reflejan la frustración y las ironías del golf, que parece complicarse más cuanto mejor lo juegas. Jack Nicklaus, por su parte, bromeaba sobre cómo “el aire ofrece menos resistencia que el polvo” cuando colocas la bola en el tee, sugiriendo que hasta los detalles más pequeños te pueden poner los pelos de punta.
Conclusión
El golf, con todas sus dificultades, es una adicción. Es el juego donde los grandes momentos de gloria se intercalan con una serie infinita de fracasos y frustraciones. No importa cuántas veces te digas que es solo un juego, tu mente y tu alma están en ello, una vez que empiezas. Y aunque a veces te desesperes, lo cierto es que no hay nada como el gozo de ese golpe perfecto, ese que hace que valga la pena seguir jugando… aunque maldigas al golf y a la madre que lo parió.
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