Capítulo 13: El Precio de la Luz

Esta entrada es la parte 14 de 17 de la serie Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal
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El silencio que siguió a la destrucción del amuleto fue tan denso que casi parecía tangible, como una manta de vacío que cubría el santuario. La oscuridad que había llenado el lugar momentos antes se disipó lentamente, pero lo que quedaba en su lugar no era paz, sino una sensación extraña, como si algo más estuviera observando, esperando.

Respiré profundamente, mi pecho aún agitado por la tormenta de energía que había estallado tras romper el amuleto. El eco del grito resonaba en mi cabeza, pero lo que realmente me mantenía en pie era la voz de Laura. Su presencia había sido la única constante en todo este viaje, y aunque su forma física se había desvanecido, la conexión que compartíamos parecía irrompible. Ella me había salvado, una vez más.

La mujer que me había acompañado hasta el santuario seguía a unos metros de distancia, observándome con una mezcla de preocupación y resignación. Sus ojos, que antes eran fríos y calculadores, ahora parecían brillar con una tristeza profunda.

—Lo has hecho —dijo, su voz apenas un susurro.

Asentí, aunque las palabras no salían de mi boca. Sabía que había roto el último amuleto, pero también sabía que el precio sería más alto de lo que imaginaba. No había logrado escapar de la sensación de que algo mucho peor estaba por llegar, algo que no había previsto.

—¿Qué sucede ahora? —pregunté finalmente, mi voz temblando ligeramente por la tensión acumulada.

La mujer dio un paso hacia adelante, cruzando los brazos frente a su pecho como si quisiera protegerse de lo que estaba por venir. —Destruiste el último amuleto, sí. Pero con ello, también liberaste lo que los amuletos contenían. La oscuridad no se puede destruir por completo… solo puede ser contenida.

Mi estómago se revolvió ante sus palabras. —¿Qué significa eso? ¿He cometido un error?

Ella negó con la cabeza lentamente, pero su expresión era sombría. —No necesariamente. Destruir los amuletos era necesario, pero ahora la oscuridad, que ha estado fragmentada, se ha reunido. Y lo que queda de ella no es solo una sombra… es una entidad. Un ser que busca un nuevo recipiente. Y no se detendrá hasta encontrarlo.

Las piezas empezaban a encajar en mi mente, y el miedo volvió a abrirse paso. Todo lo que había hecho, todos los sacrificios, no habían sido suficientes para erradicar la maldición. En lugar de dispersarse, la oscuridad se había vuelto más poderosa, más concentrada. Y ahora, estaba suelta.

—¿Dónde está esa entidad? —pregunté, mi voz endureciéndose. No podía dejar que este fuera el final.

La mujer no respondió de inmediato. En cambio, sus ojos se posaron en el lugar donde antes había estado el amuleto, ahora reducido a un montón de polvo oscuro sobre la piedra. Finalmente, habló.

—Está aquí. En este lugar. Y te está buscando.

Un escalofrío recorrió mi espalda. La realidad de lo que me decía era aterradora. La oscuridad no había desaparecido; se había quedado atrapada en el santuario, esperando el momento adecuado para tomar forma. Y yo era el objetivo.

—Tengo que detenerlo —dije, mi voz llena de determinación, aunque el miedo seguía latente en cada fibra de mi ser—. No puedo dejar que se libere.

La mujer me miró fijamente, su rostro ahora completamente serio. —No puedes detener lo que ya ha comenzado, pero puedes controlarlo. La única forma de derrotarlo es enfrentarte a él. La oscuridad solo puede ser contenida por alguien lo suficientemente fuerte como para soportarla, alguien que haya mirado en el abismo y haya sobrevivido.

Sus palabras resonaron en mi mente, pero el significado era claro. Para poner fin a esto, debía enfrentarme a la oscuridad directamente. Era una prueba final, una batalla no solo de fuerza física, sino de voluntad. Pero ¿podría realmente ganar contra algo tan antiguo y poderoso?

El viento afuera comenzó a soplar con fuerza, haciendo que las puertas del santuario se sacudieran con fuerza. La temperatura descendió, y un aire gélido llenó la sala, como si el santuario mismo estuviera preparándose para lo que venía.

—Elige ahora —dijo la mujer, su voz resonando en el silencio—. Puedes intentar escapar, pero la oscuridad te seguirá a donde vayas. O puedes enfrentarte a ella aquí y ahora.

Respiré hondo, sabiendo que no había elección. Todo este viaje había sido un preludio a este momento. No había manera de evitarlo. Estaba destinado a enfrentarme a la oscuridad, y aunque no sabía si sobreviviría, sabía que no podía correr. No después de todo lo que había perdido.

—Estoy listo —dije finalmente, mi voz firme aunque mi corazón latía con fuerza.

La mujer asintió y dio un paso atrás, dejando que yo me acercara al centro de la sala. A medida que me adentraba en la oscuridad creciente que llenaba el lugar, sentí cómo el aire se volvía más pesado, como si la propia entidad estuviera respirando a mi alrededor, invisible pero inminente.

Me arrodillé en el suelo, colocando las manos sobre las piedras frías. Sabía que tenía que ser fuerte, que esta batalla no sería como las anteriores. La oscuridad no se manifestaría de la manera en que lo había hecho antes; esta vez, sería un combate interior, una lucha por mi propia alma.

Las sombras comenzaron a moverse, girando a mi alrededor en una danza retorcida y sobrenatural. El frío se intensificó hasta el punto en que me resultaba difícil respirar, y las paredes del santuario parecían encogerse a mi alrededor. Pero no retrocedí.

Cerré los ojos, concentrándome en lo que realmente importaba. En Laura. En todo lo que habíamos compartido, en las promesas que habíamos hecho. Ella me había dado la fuerza para llegar hasta aquí, y aunque ya no estaba físicamente a mi lado, sabía que aún seguía conmigo, de alguna manera.

—Estoy contigo —susurró su voz en mi mente, como un eco distante pero reconfortante.

El primer golpe de la oscuridad fue brutal. Sentí como si una ola de desesperación y miedo se estrellara contra mí, envolviéndome por completo. Era como si todos los momentos más oscuros de mi vida se manifestaran a la vez, intentando ahogarme en un mar de emociones abrumadoras. Pero me resistí. Sabía que la oscuridad quería consumir mi voluntad, quería que me rindiera.

—No lo haré —dije entre dientes, apretando los puños—. No te dejaré ganar.

La oscuridad se intensificó, golpeando con más fuerza, pero me aferré a la voz de Laura, a la memoria de su sacrificio. Todo este tiempo, había luchado por una razón, y no podía dar marcha atrás ahora. No después de haber llegado tan lejos.

La batalla se prolongó por lo que parecieron horas, pero al final, algo cambió. El frío comenzó a retroceder, y las sombras dejaron de moverse. Sentí que la oscuridad, aunque seguía presente, estaba perdiendo fuerza. Ya no me dominaba; yo la dominaba a ella.

—Lo has logrado —susurró la mujer, su voz mezclada con asombro y alivio.

Abrí los ojos lentamente, y lo que vi fue un santuario transformado. Las sombras seguían allí, pero ya no eran amenazantes. La oscuridad había sido contenida. No destruida, pero controlada.

Me levanté, con las piernas temblando por el esfuerzo, y me giré hacia la mujer.

—¿Qué sucede ahora? —pregunté, mi voz más tranquila de lo que me sentía.

Ella me miró, su expresión ahora más suave. —Ahora eres el guardián de esa oscuridad. La has vencido, pero no se puede destruir por completo. Deberás llevarla contigo, mantenerla a raya, para que nunca vuelva a liberarse.

Sentí el peso de sus palabras, pero también una extraña paz. Sabía que mi vida nunca sería la misma, pero también sabía que había hecho lo correcto.

—Y Laura… —comencé, sin poder evitar preguntar—. ¿La volveré a ver?

La mujer sonrió ligeramente, y en sus ojos vi un destello de compasión. —Quizás no de la forma en que esperas, pero ella siempre estará contigo. Su luz te ha guiado hasta aquí, y seguirá haciéndolo, mientras la recuerdes.

El santuario se llenó de un silencio profundo, pero esta vez, no me sentí solo. Sabía que, de alguna manera, Laura seguía a mi lado, y con esa certeza, emprendí el camino de regreso. Había completado mi misión, pero mi verdadero viaje apenas comenzaba.

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