Capítulo 6: La Casa de las Sombras

Esta entrada es la parte 7 de 17 de la serie Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal
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Última actualización el 17 de septiembre de 2024 por ATM

El amanecer en la pequeña ciudad tenía un aire diferente aquella mañana. Algo había cambiado para siempre en nuestras vidas, y aunque la paz reinaba en las calles empedradas, sabíamos que el mundo de lo desconocido jamás dormía por completo. Laura y yo habíamos despertado tarde, aún enredados en la calidez de nuestro nuevo vínculo, pero el peso de nuestra misión nos obligaba a movernos.

Al bajar a la sala común de la posada, encontramos al inspector Torres esperándonos, su expresión mezcla de gratitud y preocupación. No habíamos tenido tiempo de compartir todos los detalles de la noche anterior, y era evidente que él aún buscaba respuestas.

—Buenos días —dijo Torres, con voz ronca—. Me alegra ver que están bien. Quisiera saber… ¿qué fue lo que realmente ocurrió en ese bosque?

Nos sentamos en una mesa apartada, rodeados por la tranquilidad de la posada. La mañana se filtraba por las ventanas, proyectando sombras alargadas que parecían recordarnos que, aunque lo peor había pasado, siempre habría algo acechando en los rincones oscuros de la realidad.

—Encontramos el origen de todo —comencé, tomando un sorbo de café—. El amuleto que Amelia descubrió no era un simple objeto. Estaba maldito, vinculado a una entidad que ella no pudo comprender.

—¿Y cómo desataron esa maldición? —preguntó Torres, inclinándose hacia adelante.

Laura intercambió una mirada rápida conmigo antes de responder. —Lo destruimos. El amuleto era el ancla de esa sombra, lo que la mantenía conectada a este mundo. Romperlo fue la única manera de liberarla… y de liberar a Amelia.

Torres asintió lentamente, asimilando la información. No era fácil aceptar la realidad de lo paranormal, especialmente para alguien acostumbrado a resolver crímenes con pruebas tangibles y métodos científicos.

—Hay algo más que necesitan saber —dijo Torres, sacando un sobre de su chaqueta—. Encontramos algo en la investigación del apartamento de Amelia. Es una carta, escrita por ella unos días antes de su muerte.

Tomé el sobre con cuidado, desdoblando la hoja de papel amarillento en su interior. La escritura de Amelia era clara, pero temblorosa, como si cada palabra le hubiera costado un gran esfuerzo.

“Querido amigo,

Si estás leyendo esto, significa que no logré escapar. La sombra que me ha estado siguiendo está cada vez más cerca, y siento que mi tiempo se acaba. No sé cómo explicarlo, pero sé que todo comenzó en el bosque, en esa maldita excursión.

Encontré un objeto, un amuleto, y desde ese día mi vida ha sido un infierno. Al principio, eran solo sueños, pesadillas que parecían tan reales que me despertaban gritando. Pero luego, comenzó a aparecer durante el día, acechando en las esquinas, siempre fuera de mi alcance, pero cada vez más cerca.

Intenté deshacerme del amuleto, lo enterré en el bosque, pero fue en vano. La sombra se quedó conmigo, se convirtió en mi sombra, y sé que no me dejará hasta que obtenga lo que quiere. No sé qué es, pero siento que se alimenta de mi miedo, de mi desesperación.

Por favor, si encuentras esta carta, destruye ese amuleto. Es la única forma de detener esto. Y si no puedes… bueno, reza para que nunca tengas que enfrentarte a lo que yo he enfrentado.

Amelia”

Las palabras de Amelia resonaron en el silencio de la sala. Había sido una mujer atrapada por el miedo, incapaz de escapar de una fuerza que no comprendía. Y aunque habíamos logrado romper la maldición, el eco de su sufrimiento seguía presente, un recordatorio de los peligros de adentrarse demasiado en lo desconocido.

—Esto explica muchas cosas —dijo Laura, rompiendo el silencio—. Amelia sabía que el amuleto era la clave, pero no sabía cómo deshacerse de él. Al final, su miedo la consumió.

—Pero hay algo que me preocupa —dije, mirando a Torres—. Si ese amuleto pudo desatar una sombra tan poderosa, ¿quién lo creó? Y lo más importante… ¿hay más de esos objetos allá afuera?

Torres frunció el ceño, claramente afectado por la posibilidad. —¿Creen que podría haber más de esos… amuletos?

—Es posible —respondí—. Si hay más de ellos, eso significa que la amenaza no ha terminado. Este podría ser solo el comienzo.

Laura asintió, sus ojos fijos en el horizonte más allá de la ventana. —Tenemos que investigar más. Hay algo oscuro en marcha, y si no lo detenemos, podría ser catastrófico.

El resto de la mañana lo pasamos discutiendo nuestras próximas acciones. Sabíamos que nuestra misión estaba lejos de haber terminado. Las sombras que habíamos enfrentado no eran las únicas, y si había otros amuletos, otras maldiciones esperando ser liberadas, debíamos estar preparados.

Antes de salir de la posada, Torres nos agradeció nuevamente por nuestra ayuda. Su rostro mostraba la fatiga de alguien que había visto más de lo que podía comprender, pero también la determinación de continuar, de enfrentar lo que viniera.

—Si necesitan algo, no duden en llamarme —dijo Torres, estrechando nuestras manos.

—Lo haremos —respondió Laura, con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos—. Y lo mismo va para usted. Si algo más ocurre… estaremos aquí.

De regreso en la carretera, el silencio entre Laura y yo era cómodo, cargado de una nueva comprensión. Sabíamos que el camino por delante no sería fácil, pero también sabíamos que no estaríamos solos.

—¿Sabes? —dijo Laura, rompiendo el silencio mientras el paisaje pasaba rápidamente por la ventanilla—. He estado pensando en lo que Amelia dijo en su carta. Sobre cómo la sombra se alimentaba de su miedo.

—Sí, es algo que hemos visto antes —respondí, con el ceño fruncido—. Las entidades oscuras suelen alimentarse de emociones negativas, de miedo, de desesperación. Es lo que les da poder.

—Entonces, ¿cómo podemos protegernos? —preguntó, su voz teñida de preocupación—. No quiero que algo así nos atrape a nosotros.

La miré, sabiendo que su miedo no era infundado. Habíamos enfrentado muchas cosas, pero cada nuevo caso traía consigo nuevas amenazas, y no siempre sabíamos cómo enfrentarlas.

—Nos protegeremos manteniendo la calma, estando preparados, y confiando en que podemos superarlo juntos —dije, con una seguridad que esperaba que le transmitiera la misma paz que a mí—. Y si algo oscuro nos acecha, lo enfrentaremos, como lo hemos hecho hasta ahora. Juntos.

Laura asintió, sus ojos suavizándose. Extendió su mano, y sin dudarlo, la tomé. El contacto era reconfortante, un recordatorio tangible de lo que habíamos logrado, y de lo que aún podíamos lograr.

—Tienes razón —dijo finalmente—. Juntos podemos con cualquier cosa.

El resto del viaje transcurrió en silencio, pero no fue el silencio tenso de días anteriores, sino uno lleno de promesas y posibilidades. Sabíamos que el futuro era incierto, pero también sabíamos que estábamos listos para enfrentarlo. Con cada kilómetro que recorríamos, sentía que nos acercábamos no solo a nuestro próximo destino, sino también a una vida que, aunque llena de sombras y misterios, estaba iluminada por la fuerza de lo que habíamos construido juntos.

Al llegar a nuestro próximo destino, un pequeño pueblo escondido entre colinas verdes, no pudimos evitar sentir un leve nerviosismo. Habíamos escuchado rumores de que algo extraño estaba ocurriendo en este lugar, algo que despertaba ecos de lo que habíamos enfrentado antes. La investigación sobre el origen del amuleto maldito nos había llevado hasta aquí, y aunque no sabíamos exactamente qué esperar, estábamos preparados para lo que fuera.

—Este es el lugar —dijo Laura, mirando a su alrededor con atención—. Se supone que aquí es donde todo comenzó.

Asentí, estacionando el coche junto a una antigua iglesia que parecía haber visto días mejores. El pueblo en sí estaba desierto, las calles vacías y las casas cerradas como si sus habitantes temieran lo que se ocultaba en las sombras.

—Primero, averigüemos todo lo que podamos sobre el amuleto —dije, bajando del coche—. Tal vez alguien aquí sepa algo que nos ayude a entender lo que estamos enfrentando.

Laura asintió, y juntos nos dirigimos hacia la iglesia. Era un lugar viejo, con la piedra desgastada por siglos de viento y lluvia, pero había algo más, algo que no podíamos identificar del todo, una energía antigua que impregnaba el aire.

Al entrar, el interior de la iglesia estaba casi en penumbra, iluminado solo por los débiles rayos de sol que se filtraban a través de las vidrieras polvorientas. El sacerdote, un hombre de avanzada edad con rostro severo, nos miró con curiosidad mientras nos acercábamos.

—Buenos días, Padre —dijo Laura, con su habitual cortesía—. Somos investigadores, y estamos aquí para preguntar sobre algunos sucesos recientes. Algo relacionado con un objeto que podría haber pasado por este pueblo.

El sacerdote entrecerró los ojos, como si intentara recordar algo. Finalmente, asintió lentamente.

—Sí… he escuchado rumores —dijo, con una voz suave pero firme—. Dicen que hace muchos años, un hombre llegó aquí con un amuleto oscuro. Traía consigo una maldición, y esa maldición ha seguido a nuestro pueblo desde entonces.

Laura y yo intercambiamos una mirada. Esto era más grande de lo que habíamos anticipado.

—¿Dónde podemos encontrar más información sobre ese hombre? —pregunté, con la esperanza de encontrar una pista que nos llevara a la fuente de todo esto.

El sacerdote se inclinó ligeramente hacia nosotros, su mirada grave.

—Hay una casa en el borde del pueblo, la casa donde vivió ese hombre. Muchos han intentado entrar, pero pocos regresan. Si buscan respuestas, tal vez las encuentren allí… si tienen el valor.

Asentimos, agradeciendo al sacerdote por su ayuda. Cuando salimos de la iglesia, el sol estaba comenzando a ocultarse tras las colinas, tiñendo el cielo de un rojo profundo. Miré a Laura, y supe que, aunque había miedo en nuestros corazones, la determinación de enfrentar lo que venía era más fuerte.

—¿Estás lista? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

—Siempre —respondió ella, con una sonrisa decidida.

El camino hacia la casa del hombre maldito estaba cubierto de maleza y olvidado por el tiempo. A medida que avanzábamos, la sensación de estar siendo observados se intensificaba, como si el mismo bosque que nos rodeaba tuviera ojos.

Finalmente, llegamos a una casa en ruinas, apenas visible entre los árboles que la rodeaban. Las ventanas estaban rotas, y la puerta, colgando de una bisagra oxidada, parecía una boca abierta a lo desconocido.

—Es aquí —dije en un susurro, como si mi voz pudiera despertar a algo que dormitaba en el interior.

Laura asintió, y juntos dimos el primer paso hacia la entrada oscura de la casa. Con cada paso, el aire se volvía más denso, más pesado, como si el mismo pasado del lugar nos envolviera, intentando detenernos.

Nos detuvimos frente a la puerta, y con una última mirada de confirmación, empujé la madera podrida. La puerta se abrió con un chirrido que resonó en el silencio del bosque, y el interior de la casa se desplegó ante nosotros como un antiguo escenario olvidado.

Sabíamos que lo que nos esperaba dentro podría cambiarlo todo. Habíamos llegado al origen de una maldición que había estado latente durante siglos, y ahora, solo nosotros podíamos detenerla.

Respirando profundamente, Laura y yo cruzamos el umbral, preparados para enfrentar los ecos del pasado y, con suerte, finalmente silenciarlos.

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