Capítulo 7: El Umbral Prohibido

Esta entrada es la parte 8 de 17 de la serie Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal
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La casa en ruinas ante nosotros era un testimonio silencioso de décadas de abandono. Las ventanas rotas y la puerta colgando de una bisagra oxidada parecían dar la bienvenida a un lugar donde el tiempo se había detenido, atrapando su historia en un ciclo interminable de oscuridad. Laura y yo nos quedamos en silencio por un momento, contemplando la estructura que teníamos delante, conscientes de que cruzar su umbral significaría entrar en un terreno desconocido.

—Aquí es donde todo comenzó —murmuró Laura, su voz apenas un susurro.

Asentí, sintiendo el peso de la historia de la casa. Sabíamos que el hombre que había traído el amuleto maldito a este pueblo había vivido aquí, y que su legado seguía vivo en las sombras que nos rodeaban.

—Y aquí es donde todo debe terminar —respondí, apretando con más fuerza la linterna en mi mano.

Laura dio un paso hacia adelante, empujando la puerta con cuidado. El chirrido de la madera vieja resonó en el aire, como un lamento de algo que llevaba demasiado tiempo olvidado. Entramos en la casa, y la oscuridad nos envolvió de inmediato, cerrando la puerta detrás de nosotros como si quisiera atraparnos en su interior.

El interior de la casa era peor de lo que había imaginado. El suelo de madera crujía bajo nuestros pies, y las paredes estaban cubiertas de moho y manchas que parecían haber sido arrastradas por manos invisibles. Pero lo que más me inquietaba era la sensación de ser observados, como si la casa misma tuviera ojos en cada rincón, vigilando cada uno de nuestros movimientos.

—Esto no es solo una casa —dijo Laura en voz baja, sus ojos recorriendo las sombras que se alargaban a nuestro alrededor—. Es un lugar de poder, un portal entre este mundo y algo más.

—¿Crees que el hombre que vivió aquí practicaba algún tipo de ritual? —pregunté, tratando de entender la naturaleza del lugar.

Laura asintió lentamente. —No tengo dudas. Este lugar está impregnado de energía oscura, la misma que estaba en el amuleto. Siento que todo lo que hemos enfrentado hasta ahora nos ha traído aquí, a este momento.

Nos adentramos más en la casa, moviéndonos con cautela. Cada paso que dábamos parecía resonar en las paredes, como si la casa misma estuviera viva, reaccionando a nuestra presencia. La atmósfera se volvía cada vez más opresiva, y el aire, cargado de polvo, era difícil de respirar.

Al llegar a lo que parecía ser la sala principal, encontramos un antiguo altar en el centro de la habitación. Sobre él, restos de velas negras se alineaban en un círculo, y en el centro, un símbolo grabado en la piedra del altar brillaba débilmente bajo la luz de nuestras linternas.

—Este símbolo… —dije, acercándome para examinarlo más de cerca—. Lo he visto antes, en los documentos antiguos que encontramos en la biblioteca. Es un sello, un ancla que mantiene a la entidad atada a este lugar.

—Entonces, para romper la conexión, tenemos que destruirlo —dijo Laura, su determinación evidente en su voz.

—Pero no será fácil —advertí—. Algo me dice que la entidad no dejará que lo hagamos sin luchar.

De repente, un fuerte viento atravesó la sala, apagando nuestras linternas y dejándonos en la más completa oscuridad. Escuchamos el susurro de voces antiguas, un murmullo que parecía venir de todas partes y de ninguna, llenando la habitación con una cacofonía de lamentos.

—¡Laura! —grité, intentando encontrarla en la oscuridad.

—¡Estoy aquí! —respondió ella, tomando mi mano en la penumbra—. Tenemos que seguir adelante.

Guiados solo por el tenue resplandor del símbolo en el altar, nos acercamos lentamente, sintiendo cómo la presencia en la habitación se volvía más palpable, más agresiva. Sentí que algo invisible rozaba mi piel, frío y antinatural, y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

—No podemos dejar que nos detenga —dijo Laura, con una firmeza que me dio fuerzas—. Si no lo destruimos ahora, nadie lo hará.

Nos arrodillamos frente al altar, preparando los elementos que habíamos traído para el ritual. Mientras Laura comenzaba a recitar las palabras de un antiguo exorcismo, sentí que la presión en el aire aumentaba, como si la casa misma intentara expulsarnos.

De repente, las paredes comenzaron a temblar, y el suelo crujió bajo nosotros. El símbolo en el altar brillaba con una luz rojiza, pulsando con una energía que parecía estar despertando a la entidad atrapada en su interior.

—¡No podemos parar ahora! —gritó Laura, levantando la voz sobre el estruendo que nos rodeaba.

Sentí una fuerza invisible empujándome hacia atrás, tratando de separarme del altar. Pero me aferré con fuerza, usando todo mi poder para resistir. Con un esfuerzo titánico, Laura completó la última frase del exorcismo y, en ese momento, el símbolo en el altar se desvaneció en un destello de luz cegadora.

La casa quedó en completo silencio. Las paredes dejaron de temblar, y el aire pesado se alivió, como si algo oscuro y antiguo hubiera sido finalmente liberado.

—¿Lo logramos? —pregunté, con la voz apenas un susurro.

Laura asintió, exhausta, pero sonriendo. —Sí… hemos roto la conexión. La entidad ya no puede controlar este lugar.

Nos levantamos, tambaleándonos por el esfuerzo, y salimos de la casa, dejando atrás el altar destruido. El aire fresco de la noche fue un alivio bienvenido, y por primera vez en horas, respiré profundamente, sintiendo que la pesadilla había terminado.

—No puedo creer que lo hayamos hecho —dije, todavía tratando de procesar lo que acababa de suceder.

—Tampoco yo —admitió Laura, mirándome con una mezcla de alivio y cansancio—. Pero esto no ha terminado. Hay más sombras allá afuera, más entidades esperando ser liberadas.

—Lo sé —respondí, sintiendo el peso de lo que habíamos descubierto—. Pero ahora estamos preparados. Sabemos lo que enfrentamos.

Nos quedamos en silencio por un momento, contemplando el futuro incierto que nos esperaba. Aunque habíamos ganado esta batalla, la guerra contra las sombras estaba lejos de haber terminado. Pero lo que realmente importaba era que, pase lo que pase, seguiríamos enfrentando la oscuridad juntos.

Laura se volvió hacia mí, sus ojos brillando en la oscuridad. —¿Sabes? A pesar de todo lo que hemos vivido, no me arrepiento de nada. No podría haberlo hecho sin ti.

Sentí una calidez en mi pecho, una conexión que iba más allá de las palabras. —Yo tampoco, Laura. No importa lo que venga, sé que podemos con ello.

Caminamos de regreso al coche, dejando atrás la casa en ruinas y las sombras que alguna vez la habían controlado. Pero mientras nos alejábamos, no pude evitar sentir que habíamos cruzado un umbral, que nuestras vidas ya no serían las mismas. La lucha contra lo desconocido nos había cambiado, y mientras avanzábamos hacia nuestro próximo destino, supe que nos enfrentábamos no solo a entidades oscuras, sino también a nuestros propios miedos y desafíos.

Pero estábamos juntos, y eso lo cambiaba todo.

A medida que nos adentrábamos en la noche, con la carretera extendiéndose frente a nosotros, el horizonte se abría lleno de posibilidades y peligros. No sabíamos lo que nos deparaba el futuro, pero lo que sí sabíamos era que, mientras estuviéramos el uno al lado del otro, podíamos enfrentarlo. Porque en ese momento, comprendí que el verdadero poder no estaba en los rituales o en los amuletos, sino en la conexión que habíamos forjado en medio de la oscuridad. Y con esa certeza, nos dirigimos hacia lo desconocido, listos para enfrentar cualquier cosa que se cruzara en nuestro camino.

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