- Sinopsis de “Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal”
- Capítulo 1: Sombras del Pasado
- Capítulo 2: El Enigma de la Casa Abandonada
- Capítulo 3: Ecos del Pasado
- Capítulo 4: La Sombra en el Bosque
- Capítulo 5: El Amuleto Maldito
- Capítulo 6: La Casa de las Sombras
- Capítulo 7: El Umbral Prohibido
- Capítulo 8: El Viento Susurra Secretos
- Capítulo 9: La Voz del Viento
- Capítulo 10: Sombras y Luz
- Capítulo 11: El Eco de las Sombras
- Capítulo 12: La Oscuridad Interior
- Capítulo 13: El Precio de la Luz
- Capítulo 14: El Guardián de las Sombras
- Capítulo 15: El Silencio del Sacrificio
- Capítulo 16: El Regreso a la Luz
Última actualización el 16 de septiembre de 2024 por ATM
Después de nuestra intervención en la mansión de Samuel, nuestras habilidades y reputación crecieron exponencialmente. La gente comenzó a vernos como expertos en lo paranormal, y no tardamos en recibir una llamada urgente desde un pequeño pueblo en las montañas. Los habitantes estaban aterrorizados por una sombra que aparecía al anochecer en el bosque cercano. La sombra, según decían, tenía la forma de un hombre y emitía un aura de puro mal. Varias personas habían desaparecido misteriosamente, y el pánico se había apoderado del pueblo.
Decidimos investigar de inmediato. Al llegar al pueblo, fuimos recibidos por el alcalde, un hombre anciano con el rostro marcado por la preocupación.
—Gracias por venir tan rápido —dijo el alcalde, apretando nuestras manos con fuerza—. Este pueblo ha vivido en paz durante décadas, pero desde hace unos meses, algo terrible está ocurriendo en el bosque. La gente está desapareciendo, y los que regresan hablan de una sombra oscura que los persigue.
—Haremos todo lo posible para ayudar —respondió Laura, con un tono que buscaba transmitir calma y determinación—. ¿Podría llevarnos al lugar donde se han producido las desapariciones?
El alcalde nos condujo a través del pueblo hasta el borde del bosque. El lugar tenía un aire inquietante, con árboles altos y frondosos que bloqueaban gran parte de la luz del sol, creando sombras alargadas y siniestras. Una bruma espesa se arremolinaba entre los troncos, añadiendo una sensación de irrealidad al paisaje.
—Aquí es donde desaparecieron las últimas tres personas —dijo el alcalde, señalando un claro en el bosque—. Dos niños y un hombre adulto. Nadie ha querido adentrarse más allá desde entonces.
Laura y yo intercambiamos una mirada, sabiendo que tendríamos que entrar en el bosque para descubrir la verdad. Equipados con linternas, cámaras y grabadoras de voz, nos adentramos en el denso follaje, siguiendo los relatos de los habitantes del pueblo.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto —murmuró Laura, mirando a su alrededor con cautela—. Algo en este lugar se siente… equivocado.
—Lo sé —respondí—. Pero no tenemos otra opción. Debemos encontrar lo que está causando todo esto.
Caminamos en silencio durante varios minutos, atentos a cualquier sonido o movimiento. De repente, una ráfaga de viento helado nos golpeó, erizando mi piel. Escuchamos un susurro distante, como si alguien estuviera hablando en un idioma desconocido.
—¿Oíste eso? —preguntó Laura, deteniéndose en seco.
—Sí, suena como… voces —respondí, tratando de localizar la fuente del sonido.
Seguimos avanzando, guiados por los susurros que parecían provenir de todas partes y de ninguna a la vez. Finalmente, llegamos a un claro más amplio, donde la bruma era aún más espesa. En el centro del claro, vimos una figura oscura y difusa, que parecía flotar a unos centímetros del suelo.
—¿Quién está ahí? —gritó Laura, apuntando su linterna hacia la figura.
La sombra no respondió. En lugar de eso, comenzó a moverse lentamente hacia nosotros, su forma cambiando y retorciéndose como si estuviera hecha de humo.
—¡Atrás! —grité, sacando un crucifijo de mi mochila—. ¡No te acerques más!
La sombra se detuvo momentáneamente, como si estuviera evaluando nuestra amenaza. Luego, con una rapidez sorprendente, se lanzó hacia nosotros. Sentí una oleada de terror puro mientras la figura pasaba a través de nosotros, dejando un rastro de frío glacial.
—¡Corre! —gritó Laura, y ambos salimos disparados de regreso hacia el pueblo.
Al llegar al borde del bosque, nos detuvimos, respirando con dificultad y temblando por el encuentro.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Laura, sus ojos llenos de miedo y confusión.
—No lo sé, pero está claro que no es un espíritu común —respondí, tratando de calmar mi respiración—. Necesitamos averiguar más sobre este lugar y su historia.
De regreso al pueblo, hablamos con los ancianos que recordaban historias antiguas sobre el bosque. Nos contaron que, hace muchos años, un hombre había sido acusado de brujería y asesinado en ese mismo bosque. Según la leyenda, su espíritu nunca encontró paz y se convirtió en una sombra que perseguía a los vivos.
—Dicen que hizo un pacto con fuerzas oscuras antes de morir —nos contó uno de los ancianos, su voz temblorosa—. Su alma quedó atrapada entre este mundo y el siguiente, condenada a vagar por la eternidad.
—Eso explicaría mucho —murmuró Laura, tomando notas—. Pero si vamos a enfrentarnos a algo así, necesitaremos más que nuestras herramientas habituales.
Pasamos la noche preparando un ritual de exorcismo, utilizando todo lo que habíamos aprendido en nuestras investigaciones previas. Sabíamos que tendríamos que regresar al bosque y enfrentarnos a la sombra directamente.
Al día siguiente, con el amanecer aún cubierto por la bruma, nos adentramos de nuevo en el bosque. Esta vez, estábamos mejor preparados. Llevábamos con nosotros no solo nuestras herramientas habituales, sino también artefactos sagrados y un plan detallado para el ritual.
—Recuerda, debemos mantenernos juntos y seguir el ritual al pie de la letra —dijo Laura mientras avanzábamos lentamente—. Cualquier distracción podría ser fatal.
Llegamos al mismo claro donde habíamos visto la sombra la noche anterior. El lugar estaba inquietantemente silencioso, como si el propio bosque contuviera la respiración.
—Está aquí, lo sé —murmuré, sintiendo una presencia invisible a nuestro alrededor.
Laura asintió y comenzó a trazar un círculo de protección en el suelo con sal. Encendimos velas negras alrededor del círculo y colocamos en el centro una cruz de plata y el libro de exorcismos.
—Espíritu oscuro, te convocamos —dijo Laura con voz firme—. Muéstrate y enfrenta tu destino.
Al principio, nada ocurrió. Luego, una figura oscura emergió lentamente de la bruma, su forma amorfa flotando hacia nosotros.
—¡Ahora! —grité, y ambos comenzamos a recitar las palabras del exorcismo en voz alta y clara.
La sombra se retorció y chilló, como si las palabras la quemaran. Sentí una oleada de energía oscura tratando de romper nuestro círculo de protección, pero mantuvimos nuestra concentración, repitiendo las palabras una y otra vez.
—¡Te ordenamos que te vayas! —gritó Laura, levantando la cruz de plata—. ¡Regresa a la oscuridad de donde viniste!
La sombra lanzó un grito ensordecedor y se abalanzó sobre nosotros. Por un momento, pensé que todo estaba perdido, pero el círculo de protección aguantó. La figura oscura comenzó a desvanecerse, sus gritos convirtiéndose en susurros desesperados.
Finalmente, con un último estallido de luz y sombra, la figura desapareció. El bosque quedó en silencio, y una sensación de paz llenó el aire.
—Lo logramos —dije, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento—. La sombra se ha ido.
Laura y yo nos abrazamos, conscientes de que habíamos enfrentado uno de nuestros mayores desafíos hasta la fecha.
Regresamos al pueblo, donde el alcalde y los habitantes nos recibieron con gratitud y alivio.
—Han salvado nuestro pueblo —dijo el alcalde, con lágrimas en los ojos—. Nunca podremos agradecerles lo suficiente.
Esa noche, mientras nos recuperábamos de la intensa experiencia, reflexioné sobre lo que habíamos enfrentado. Sabía que, aunque habíamos vencido a la sombra, nuestra misión de desentrañar los misterios del más allá estaba lejos de terminar. Cada caso nos llevaba a lugares más oscuros y peligrosos, pero también nos permitía traer paz a aquellos atrapados en el umbral entre la vida y la muerte.
A medida que pasaban los días, los habitantes del pueblo comenzaron a notar cambios positivos. La sensación de miedo y opresión que había impregnado el aire se disipó, y el bosque, antes oscuro y amenazante, parecía recuperar algo de su antigua tranquilidad. Sin embargo, Laura y yo sabíamos que los ecos de lo ocurrido aún persistían.
Una tarde, mientras revisábamos nuestras notas en la pequeña posada del pueblo, el dueño se nos acercó con una expresión preocupada.
—Disculpen, pero hay algo más que necesitan saber —dijo, mirando a su alrededor nerviosamente—. Hay una cabaña en lo profundo del bosque, que ha estado abandonada por décadas. Algunos dicen que pertenecía al hombre acusado de brujería. Nunca he tenido el valor de ir allí, pero creo que podría haber más respuestas.
Laura y yo intercambiamos una mirada. Sabíamos que no podíamos ignorar esta nueva pista. Al día siguiente, armados con nuestro equipo y una determinación renovada, nos dirigimos hacia la cabaña.
El camino era difícil y sinuoso, rodeado de árboles altos que parecían cerrar el paso. Finalmente, llegamos a un claro donde se erigía una cabaña vieja y desvencijada. La estructura de madera estaba cubierta de musgo y enredaderas, y las ventanas rotas le daban un aspecto fantasmal.
—Esto debe ser —dijo Laura, encendiendo su linterna y avanzando con cautela.
Entramos en la cabaña, encontrando un interior oscuro y polvoriento. El aire estaba cargado de una sensación de antigüedad y abandono, pero también de algo más… una presencia latente que nos puso en alerta.
—Mira esto —dije, señalando un viejo diario que yacía sobre una mesa cubierta de polvo.
Laura lo tomó con cuidado y comenzó a leer en voz alta. El diario pertenecía al hombre acusado de brujería, y describía en detalle los rituales oscuros que había realizado en un intento desesperado por obtener poder y venganza.
—Esto es lo que necesitamos —dijo Laura, pasando las páginas rápidamente—. Aquí están las claves para deshacer completamente la maldición.
De repente, un sonido de pasos resonó en el piso de arriba. Nos miramos con ojos llenos de alarma y subimos las escaleras lentamente. En la planta superior, encontramos una habitación pequeña con un altar rudimentario y símbolos grabados en las paredes.
—Este lugar… es un epicentro de energía oscura —dije, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna vertebral.
Laura asintió, comenzando a preparar el ritual final. Sabíamos que teníamos que actuar rápidamente, antes de que la presencia latente se manifestara con toda su fuerza.
—¡Vamos a hacerlo! —gritó Laura, encendiendo las velas y comenzando a recitar las palabras del diario.
Mientras recitábamos, la atmósfera en la cabaña cambió dramáticamente. Las paredes parecían vibrar y un viento gélido comenzó a soplar, apagando algunas de las velas. Sentí una presencia oscura tratando de romper nuestro círculo de protección, pero seguimos recitando, nuestras voces resonando en la pequeña habitación.
—¡Por el poder de la luz, te ordenamos que te vayas! —gritó Laura, levantando una cruz de plata.
La energía oscura se retorció y gritó, pero el ritual continuó, cada palabra debilitando más a la entidad. Finalmente, con un estallido de luz cegadora, la presencia desapareció, dejando la cabaña en un silencio profundo y pacífico.
—Lo hicimos —dijo Laura, con una sonrisa cansada—. La maldición ha sido deshecha.
Regresamos al pueblo, donde compartimos nuestras experiencias con los habitantes. Sabíamos que habíamos logrado más que solo eliminar una sombra; habíamos restaurado la paz y la seguridad a una comunidad aterrorizada.
Esa noche, mientras descansábamos en la posada, reflexioné sobre todo lo que habíamos pasado. Sabía que nuestra misión estaba lejos de terminar, pero cada victoria nos daba la fuerza para seguir adelante.
Laura y yo brindamos por nuestro éxito, conscientes de que el mundo estaba lleno de misterios y sombras esperando ser desveladas. Juntos, estábamos listos para enfrentar lo que viniera, sabiendo que nuestra determinación y nuestra fe en la luz nos guiarían a través de cualquier oscuridad.
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