- Sinopsis de “Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal”
- Capítulo 1: Sombras del Pasado
- Capítulo 2: El Enigma de la Casa Abandonada
- Capítulo 3: Ecos del Pasado
- Capítulo 4: La Sombra en el Bosque
- Capítulo 5: El Amuleto Maldito
- Capítulo 6: La Casa de las Sombras
- Capítulo 7: El Umbral Prohibido
- Capítulo 8: El Viento Susurra Secretos
- Capítulo 9: La Voz del Viento
- Capítulo 10: Sombras y Luz
- Capítulo 11: El Eco de las Sombras
- Capítulo 12: La Oscuridad Interior
- Capítulo 13: El Precio de la Luz
- Capítulo 14: El Guardián de las Sombras
- Capítulo 15: El Silencio del Sacrificio
- Capítulo 16: El Regreso a la Luz
El viaje de regreso a El Viento fue solitario, envuelto en una tristeza que parecía impregnar cada rincón del mundo a mi alrededor. El sacrificio de Laura pesaba en mi corazón como una losa, y aunque su voz había resonado en mi mente, no podía evitar sentir el vacío de su ausencia. Sin embargo, algo en mi interior me impulsaba a seguir adelante, a no rendirme, a buscar respuestas en un destino que aún no entendía por completo.
El pueblo estaba igual de desolado cuando regresé, las mismas calles vacías, las mismas ventanas oscuras. Pero algo había cambiado. Las sombras que antes acechaban en los rincones más oscuros habían retrocedido, como si la destrucción del amuleto hubiera debilitado la fuerza que las mantenía vivas.
Caminé lentamente hacia la tienda de antigüedades, donde el anciano aún estaba detrás del mostrador. Esta vez, me miró con una expresión que combinaba curiosidad y cautela.
—¿Lo has hecho? —preguntó en un susurro, como si temiera pronunciar las palabras en voz alta.
Asentí, pero no sentí ningún alivio en mi pecho.
—Sí, el amuleto ha sido destruido —respondí con voz apagada—, pero a un precio demasiado alto.
El anciano me observó en silencio, su mirada más penetrante de lo que había anticipado. Después de lo que pareció una eternidad, asintió lentamente.
—Hay cosas que no pueden ser comprendidas por completo hasta que se han perdido —dijo—. Pero, en este caso, tal vez no todo esté perdido.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, sintiendo un destello de esperanza, aunque no estaba seguro de poder soportarlo.
El anciano se acercó a una estantería polvorienta y sacó un libro antiguo, encuadernado en cuero desgastado. Lo colocó sobre el mostrador con cuidado, como si contuviera un poder que podría liberarse con solo un toque.
—Este libro es más antiguo que este pueblo, más antiguo que cualquier amuleto o entidad que hayas enfrentado —dijo, abriendo el libro en una página marcada—. Contiene secretos sobre los límites entre este mundo y el siguiente, sobre cómo la vida y la muerte no son siempre finales absolutos.
Me incliné sobre el libro, mi corazón latiendo con fuerza. Las páginas estaban cubiertas de símbolos que apenas reconocía, pero el anciano señaló un pasaje en particular, escrito en un lenguaje antiguo que, sorprendentemente, podía entender.
—Este ritual… —dije, leyendo las palabras con cautela—. ¿Es posible? ¿Puedo traerla de vuelta?
El anciano asintió lentamente, pero su expresión era grave. —Es un ritual peligroso. La línea entre los vivos y los muertos es frágil, y jugar con ella puede tener consecuencias impredecibles. Pero si estás dispuesto a correr el riesgo…
No lo dudé. No podía. Laura había sacrificado todo por mí, y si había una oportunidad, por pequeña que fuera, de traerla de vuelta, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario.
—Dime lo que debo hacer —respondí con determinación.
El anciano me entregó el libro, junto con un pequeño frasco que contenía un polvo plateado.
—Debes regresar al molino, al lugar donde todo sucedió —dijo—. El ritual requiere que estés allí, en el mismo lugar donde se rompió la conexión con el otro lado. Este polvo es un catalizador; debes usarlo en el momento adecuado, cuando las energías estén en su punto más fuerte.
Me dio las instrucciones, y cada palabra que decía resonaba en mi mente como un eco. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea que no podía deshacer, pero no tenía otra opción. Era la única manera de corregir el error que sentía en lo más profundo de mi ser.
El camino de regreso al molino fue aún más sombrío que antes. Las sombras que se habían retirado ahora parecían observarme desde la distancia, como si supieran lo que estaba a punto de hacer y le esperaran con una mezcla de curiosidad y malevolencia.
Al llegar al molino, el lugar donde había perdido a Laura, sentí una oleada de emociones que casi me hizo caer de rodillas. Pero no podía detenerme ahora. No cuando estaba tan cerca de tener una segunda oportunidad.
Seguí las instrucciones del anciano al pie de la letra, marcando el suelo con los símbolos del libro y recitando las palabras antiguas que resonaban en el aire como un susurro de otro mundo. Cuando el polvo plateado tocó la superficie, una luz tenue comenzó a emanar de las marcas, creciendo en intensidad hasta que llenó toda la sala con un resplandor etéreo.
El aire se volvió más pesado, y el silencio opresivo fue reemplazado por un zumbido que parecía provenir de todas partes a la vez. La energía en la habitación era palpable, y sentí que el velo entre los mundos se estaba adelgazando, abriéndose lentamente.
—Laura… —susurré, sintiendo que mi voz temblaba—. Si puedes oírme, si puedes verme… por favor, regresa.
El zumbido se intensificó, y la luz comenzó a formar una figura en el centro de la sala. Mi corazón latía con fuerza, y cada fibra de mi ser estaba concentrada en ese momento, esperando lo imposible, esperando que la figura se materializara en la persona que había perdido.
Y entonces, la luz se apagó, dejando un silencio absoluto. El zumbido desapareció, y con él, la figura que había comenzado a formarse.
El vacío que siguió fue como una bofetada en la cara. Me quedé de pie, solo en la oscuridad, mi esperanza destrozada.
—No… —murmuré, cayendo de rodillas—. No puede ser. No puede haber sido en vano.
Las lágrimas comenzaron a caer, y me quedé allí, perdido en la desesperación. Había fallado. Laura se había ido, y yo no había podido traerla de vuelta.
Pero en ese momento, cuando todo parecía perdido, sentí una mano suave en mi hombro, una caricia familiar que me hizo levantar la vista.
Allí, de pie frente a mí, estaba Laura. No era un fantasma ni una ilusión. Era ella, con su misma expresión cálida y sus ojos llenos de vida.
—¿Laura…? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Ella asintió, una lágrima cayendo por su mejilla. —Estoy aquí. No sé cómo, pero lo lograste.
Me levanté, sin atreverme a creer lo que veía, y la envolví en un abrazo desesperado. Podía sentir su calor, su respiración, todo era real.
Pero antes de que pudiera hablar, ella me apartó suavemente, su expresión tornándose seria.
—Escúchame, no tenemos mucho tiempo. Estoy aquí, pero no puedo quedarme. La barrera que has roto es débil, y si me quedo demasiado tiempo, algo peor podría suceder.
Sentí un nudo en el estómago, pero asentí. —¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo ayudarte?
Laura sonrió, esa sonrisa que siempre me había dado fuerzas. —Debes sellar el molino, cerrar la puerta que has abierto para que nada más pueda cruzar. Yo estaré contigo, de una forma u otra, pero mi tiempo aquí se está acabando.
Sin dudarlo, tomé el libro y comencé a leer las instrucciones para cerrar el portal. Laura me ayudó, guiándome con sus palabras y su presencia, mientras el molino volvía a temblar, las sombras retorciéndose a nuestro alrededor como si intentaran detenernos.
Finalmente, pronuncié las últimas palabras del ritual, y una explosión de luz llenó la sala, cegándome momentáneamente. Cuando la luz se desvaneció, el molino quedó en silencio, y supe que el portal había sido cerrado.
Me giré, buscando a Laura, pero ella ya no estaba. Su presencia se había desvanecido con la luz, dejando solo un eco en mi corazón.
Me quedé en silencio, mirando el lugar donde había estado, y aunque sentí una profunda tristeza, también sentí una paz que no había experimentado en mucho tiempo.
Laura se había ido, pero su sacrificio no había sido en vano. Había cerrado la puerta entre los mundos, evitando que algo peor sucediera, y aunque no estaba a mi lado, sabía que de alguna manera, siempre estaría conmigo.
Al salir del molino, el viento volvió a susurrar entre los árboles, pero esta vez su sonido era suave, casi como una canción. Sabía que la vida continuaría, que seguiría enfrentando desafíos, pero ahora, lo haría con la certeza de que Laura, de alguna forma, siempre estaría allí, cuidándome.
Y con esa paz en el corazón, me alejé del molino, sabiendo que aunque había perdido mucho, también había ganado algo invaluable: la certeza de que el amor que compartimos, más allá de la vida y la muerte, era más fuerte que cualquier sombra.
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