- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
El almacén estaba sumido en un silencio opresivo, roto solo por el eco de sus pasos al entrar. Morales les esperaba en el centro, rodeado de sombras, con su figura apenas iluminada por una tenue bombilla colgante. A su lado estaba un joven agente, inmóvil, con la mano descansando cerca de su pistola.
—¿Lo tenéis? —preguntó Morales sin rodeos, encendiendo un cigarrillo.
Álvaro y Clara intercambiaron una mirada antes de que Álvaro sacara el disco duro de su chaqueta, pero no lo entregó.
—Antes quiero respuestas, Morales. Ya no me fío de nadie.
Morales soltó una carcajada seca, el humo del cigarrillo rodeándole el rostro.
—¿De verdad crees que si estuviera jugando para el otro lado habrías llegado hasta aquí? Pero entiendo tus dudas. Esto no es blanco o negro, Álvaro.
Clara, tensa, intervino.
—Necesitamos saber que este archivo no acabará protegiendo a Javier y su red. Esto no se trata solo de él; se trata de todos los que están detrás.
Morales asintió lentamente, tirando el cigarrillo al suelo y aplastándolo con la bota.
—Tienes razón. Pero eso es lo que deberíais entender: Javier no es el único problema. Hay alguien más.
Morales explicó que un juez poderoso estaba detrás de todo, bloqueando investigaciones y garantizando la impunidad de Javier y sus socios.
—Este archivo expone a mucha gente, pero si no jugamos bien nuestras cartas, ese juez lo hará desaparecer todo.
Álvaro apretó los dientes, tratando de procesar la información.
—¿Y cómo sabemos que tú no harás lo mismo, Morales?
El inspector mantuvo la mirada fija en Álvaro, su expresión endurecida.
—Porque si fuera uno de ellos, no estaría aquí. Pero no me creas a mí. Mira dentro del archivo, Álvaro. Descubre por ti mismo lo que estás enfrentando.
Mientras Morales hablaba, Clara notó que el joven agente se movía ligeramente, colocando su mano cerca de su arma. Algo no estaba bien.
—Álvaro… —susurró Clara, tirándole de la manga.
Pero antes de que pudiera reaccionar, el agente sacó su pistola y apuntó directamente a Álvaro.
—¡Suelta el arma! —gritó el agente, su voz llena de nerviosismo.
Álvaro alzó las manos lentamente, evaluando la situación.
—Tranquilo, chico. No quieres hacer esto.
Morales no mostró ninguna sorpresa. De hecho, parecía casi aburrido.
—Esto no tiene que terminar en sangre, Álvaro. Dame el archivo y podrás irte con vida.
Clara dio un paso atrás, temblando.
—¡Nos has traicionado! —le espetó a Morales, con la voz quebrándose.
El inspector la miró, sin emoción en su rostro.
—Esto no es personal, Clara. Es supervivencia.
Clara sabía que estaban en una situación límite. Con la mirada fija en el agente, se movió lentamente hacia un rincón donde había un viejo extintor. Aprovechando que el agente estaba centrado en Álvaro, lo agarró y lo lanzó hacia el suelo, haciendo que estallara una nube de polvo blanco que llenó el almacén.
El agente reaccionó tarde, y Álvaro no perdió tiempo. Se lanzó hacia un lado, sacando su pistola y apuntando hacia Morales y su acompañante.
—¡No te muevas! —gritó, su voz resonando con autoridad.
El joven agente, cegado por el polvo, tropezó y dejó caer su arma. Álvaro la pateó fuera de su alcance y lo inmovilizó en el suelo.
Morales permaneció quieto, con las manos levantadas, pero su sonrisa irónica no desapareció.
—Eres más rápido de lo que pensaba, Álvaro.
—Cierra la boca —respondió Álvaro, apuntándole con el arma—. Dame una razón para no terminar esto aquí.
—Porque no saldrás de aquí con vida si lo haces. —Morales señaló hacia la puerta, donde comenzaron a escucharse pasos apresurados.
—¡Vienen refuerzos! —susurró Clara, tirando de la chaqueta de Álvaro.
Sin perder tiempo, Álvaro ató las manos del joven agente con un trozo de cuerda que encontró cerca y le dejó atado a una viga. Morales no hizo ningún movimiento para detenerlos, solo les observó mientras se dirigían hacia una salida lateral.
—Esto no ha terminado —les dijo mientras desaparecían en las sombras.
Álvaro y Clara salieron al exterior justo cuando se escucharon más voces dentro del almacén. Los hombres de Javier habían llegado, y no tardarían en descubrir que su presa había escapado.
Corrieron hacia el coche, oculto entre escombros, y Álvaro arrancó el motor justo cuando los primeros disparos resonaron en la noche.
Mientras el coche avanzaba por las carreteras desiertas, Clara abrió el archivo en un pequeño ordenador portátil que llevaban. Lo que vio la dejó sin aliento.
—Esto no es solo sobre Javier. Hay nombres aquí que no esperaba… —murmuró, con la voz temblorosa.
Álvaro miró por el retrovisor, asegurándose de que no les seguían.
—¿Qué significa eso?
Clara le miró, sus ojos llenos de pánico.
—Que alguien dentro de la policía está implicado. Esto es mucho peor de lo que pensábamos.
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