- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
Última actualización el 17 de septiembre de 2024 por ATM
Álvaro apagó el teléfono y se quedó un momento en silencio, observando el aparato como si esperara que le diera alguna respuesta. No era la primera vez que recibía una llamada de ese tipo, pero había algo en la voz de Clara Medina que le hacía pensar que esta vez no se trataba de un simple caso de infidelidad.
Se pasó una mano por el pelo desordenado y dejó escapar un suspiro. “Un café en el centro, ¿eh? Al menos me servirá para salir de este agujero de mierda por un rato”, pensó mientras buscaba las llaves de su moto. Aquella vieja máquina era casi lo único en su vida que seguía funcionando bien, aunque como todo en su vida, tenía más historia de la que parecía a simple vista.
Salió de su apartamento, cerrando la puerta de un golpe y bajó los escalones de dos en dos. Mientras encendía la moto, se dio cuenta de que llevaba semanas sin un trabajo decente, y aunque no era del tipo que se emocionara por nada, una parte de él sentía cierta expectativa por lo que estaba por venir.
El tráfico en el centro de la ciudad era un caos, como siempre, pero Álvaro se movía con la soltura de alguien que conoce cada calle y cada semáforo como la palma de su mano. Llegó al café unos minutos antes de la hora acordada y se estacionó en la acera, justo frente al local. Desde fuera, el lugar parecía acogedor, con un ambiente tranquilo que contrastaba con el bullicio exterior.
Entró en el café y echó un vistazo rápido al lugar. La clientela era la típica del centro: hombres de negocios, turistas y alguna que otra pareja despistada. Pero fue Clara Medina quien captó su atención de inmediato. Estaba sentada en una mesa cerca de la ventana, con una expresión seria, casi fría, que le hizo pensar que esta mujer no estaba allí solo por un capricho. “Joder, está buenísima,” pensó, sin poder evitar que su mirada recorriera su figura un poco más de lo que sería apropiado.
Se acercó a la mesa con su andar relajado, notando cómo algunas cabezas se giraban para mirarle. No le sorprendía, estaba acostumbrado a esas miradas, pero en ese momento su atención estaba completamente centrada en la mujer que había solicitado su ayuda.
—Señora Medina —saludó con un tono respetuoso mientras se sentaba frente a ella.
Clara levantó la vista y le miró directamente a los ojos. Tenía una belleza que imponía, con un aire de sofisticación que no cuadraba con la imagen de alguien que necesitara un detective de tres al cuarto como él. Sin embargo, ahí estaba, y su mirada decía que no había tiempo para rodeos.
—Gracias por venir, señor Rivas —dijo, con esa voz que había escuchado por teléfono, pero ahora con una firmeza que no dejaba lugar a dudas—. Necesito que sea directo conmigo. ¿Puedo confiar en usted?
Álvaro sonrió, aunque en su interior sentía un leve escalofrío. Sabía cómo jugar el papel del detective serio y confiable, aunque la verdad fuera otra.
—Eso depende de lo que esté buscando, señora Medina. ¿Qué le hace pensar que su marido le está engañando?
Clara suspiró, y por un momento pareció dudar. Luego, comenzó a hablar, y mientras lo hacía, Álvaro tomó nota mental de cada palabra, cada gesto, cada pausa. Porque en su trabajo, a veces lo que no se decía era tan importante como lo que se decía.