- Sinopsis de “Sombras del Más Allá: Crónicas de lo Paranormal”
- Capítulo 1: Sombras del Pasado
- Capítulo 2: El Enigma de la Casa Abandonada
- Capítulo 3: Ecos del Pasado
- Capítulo 4: La Sombra en el Bosque
- Capítulo 5: El Amuleto Maldito
- Capítulo 6: La Casa de las Sombras
- Capítulo 7: El Umbral Prohibido
- Capítulo 8: El Viento Susurra Secretos
- Capítulo 9: La Voz del Viento
- Capítulo 10: Sombras y Luz
- Capítulo 11: El Eco de las Sombras
- Capítulo 12: La Oscuridad Interior
- Capítulo 13: El Precio de la Luz
- Capítulo 14: El Guardián de las Sombras
- Capítulo 15: El Silencio del Sacrificio
- Capítulo 16: El Regreso a la Luz
El camino de regreso desde el santuario no fue como esperaba. Aunque había vencido a la oscuridad, sabía que lo que llevaba dentro no era solo un recuerdo o una cicatriz; era una parte de mí. La carga que ahora sostenía no era física, pero la sentía en cada paso. Las sombras que había contenido aún respiraban dentro de mí, acechando en los rincones de mi mente. Me preguntaba cuánto tiempo podría mantenerlas bajo control.
El aire frío de las montañas seguía soplando con fuerza, pero esta vez traía consigo una sensación de inminente peligro. Los árboles desnudos a mi alrededor crujían como si estuvieran susurrando advertencias que no lograba entender. Algo había cambiado en el mundo, algo que no había previsto. El viento era más fuerte, como si el entorno mismo intentara expulsarme de la seguridad del bosque.
Mi respiración se aceleró cuando sentí un movimiento en las sombras. Un crujido que no era el viento, un sonido distinto, cercano. Me detuve en seco, el corazón golpeándome en el pecho. Sabía que no estaba solo, y aunque no podía ver a quien me acechaba, la sensación de ser observado era tan densa que apenas podía respirar.
El viento cesó de repente. El silencio cayó sobre el bosque como una manta de terror. Entonces lo vi: una figura oscura, apenas visible entre los árboles, su silueta demasiado alta y esquelética para ser humana. La cosa se movía sin hacer un solo ruido, deslizándose entre las sombras como un espectro. Sentí un frío glacial que me paralizó.
Sabía que no era una alucinación. Esta criatura, lo que fuera, estaba conectada con la oscuridad que había sellado en el santuario. No era una sombra cualquiera; era algo más grande, algo que no había previsto. No lo había sellado todo. La entidad, la verdadera fuerza detrás de los amuletos, estaba aquí… y me estaba cazando.
—¡Corre! —la voz de Laura resonó en mi mente, clara y urgente.
No esperé más. Giré sobre mis talones y corrí lo más rápido que pude, el frío cortándome el rostro mientras los árboles pasaban a mi alrededor en una mancha borrosa. Podía sentir a la criatura detrás de mí, sus movimientos rápidos y silenciosos, como si fuera parte del propio bosque, acechando desde las sombras.
El miedo se apoderó de mí. Sentía cómo esa cosa se acercaba, más y más, mientras yo apenas lograba mantener el ritmo. El terreno era traicionero, y las raíces de los árboles sobresalían como trampas dispuestas a hacerme caer. Pero no podía permitirme un solo tropiezo. Si caía, sabía que sería mi fin.
Las ramas me golpeaban el rostro, pero seguí corriendo, guiado solo por el instinto. A cada paso que daba, la presencia de la criatura se hacía más intensa, como si pudiera sentir cómo su aliento helado rozaba mi nuca. Mi cuerpo estaba al límite, pero el terror me impulsaba a seguir.
De repente, el bosque se abrió ante mí, revelando un claro con un lago helado en el centro. El agua reflejaba la luz tenue de la luna, pero en la superficie, había algo extraño. Unas ondas oscuras recorrían el hielo, como si algo en las profundidades estuviera esperando para emerger.
Sin otra opción, me adentré en el lago, aunque la fina capa de hielo crujía bajo mis pies. La criatura llegó al borde del claro, deteniéndose justo antes de salir de los árboles, como si dudara. Su figura se retorcía, una masa de sombras que parecía cambiar de forma con cada parpadeo.
El hielo no aguantaría mucho más, pero no tenía elección. Si me quedaba en el lago, estaba atrapado entre el agua helada y la criatura; si corría de vuelta, me alcanzaría en segundos. Mis piernas temblaban por el frío y la fatiga, pero entonces escuché la voz de Laura otra vez.
—Debes enfrentarlo. Es parte de ti ahora. Si huyes, nunca estarás a salvo.
Sabía que tenía razón. Esta cosa, esta entidad, no se detendría hasta destruirme. Y no solo a mí; todo lo que había hecho, todo lo que Laura y yo habíamos sacrificado, sería en vano. Sentí el poder oscuro que residía dentro de mí, el mismo que había sellado en el santuario. Era la única manera de detenerlo.
El hielo bajo mis pies crujió más fuerte, pero no me moví. Me giré lentamente hacia la criatura, mis ojos fijos en sus formas cambiantes. Con cada paso que daba hacia mí, el aire se volvía más pesado, casi asfixiante, como si el mismo mundo estuviera conteniendo la respiración.
—¡No le temas! —gritó Laura desde dentro de mí—. ¡Usa la oscuridad que llevas!
Cerré los ojos y, por primera vez, dejé que la oscuridad que había dentro de mí se desplegara. Era un riesgo, pero no tenía otra opción. Si la entidad me había perseguido por mi conexión con las sombras, entonces podía usar ese vínculo en su contra.
Abrí los ojos, y el mundo a mi alrededor parecía haberse detenido. Sentía las sombras en mis venas, moviéndose a través de mi cuerpo como una segunda piel. Era una sensación extraña, inquietante, pero no dolorosa. Las sombras no me consumían; me obedecían. Me convertía en su guardián, el único capaz de contenerlas.
La criatura se abalanzó sobre mí con un rugido, y el suelo a mis pies se fracturó con el impacto de su energía. Pero esta vez, no huí. Levanté mis manos y las sombras que me envolvían se lanzaron hacia la entidad, envolviéndola como un torbellino. Las dos fuerzas chocaron con una explosión de oscuridad y luz, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.
El aire se llenó de gritos, susurros de dolor y odio que rebotaban en las paredes invisibles del claro. La entidad luchaba por liberarse, pero las sombras que controlaba ya no respondían a su voluntad. Yo las dominaba ahora. La oscuridad había dejado de ser un enemigo, y la criatura lo sabía.
Con un último esfuerzo, la entidad dejó escapar un grito ensordecedor que resonó en todo el valle, antes de ser absorbida por completo en el remolino de sombras que yo había convocado. El aire se despejó, y las sombras regresaron a mi interior, dejándome solo en el claro, rodeado por el silencio de la noche.
Caí de rodillas, exhausto, sintiendo el peso de lo que había hecho. La criatura había sido destruida, o al menos, contenida. Pero sabía que la oscuridad no desaparecía tan fácilmente. Aún quedaba mucho por hacer.
El viento volvió a soplar suavemente, acariciando mi rostro como una promesa. Y entonces la escuché de nuevo, clara y firme, como siempre.
—Estoy contigo. Siempre lo estaré.
Laura. Sabía que, aunque el viaje había cambiado, ella seguía siendo mi guía, mi luz en medio de las sombras.
Me levanté lentamente, con las piernas temblorosas, pero con el corazón firme. Sabía que aún no había terminado, pero esta vez no sentía miedo. Era el guardián de las sombras, y con Laura a mi lado, podía enfrentar lo que viniera.
Con un último vistazo al lago helado, emprendí mi camino de regreso. Había más oscuridad por contener, más peligros por enfrentar, pero sabía que no estaba solo.
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