- “El Espejo de los Secretos” Sinopsis
- Capítulo 1: La Presencia Desconocida
- Capítulo 2: Regreso al hogar
- Capítulo 3: Susurros en la Oscuridad
- Capítulo 4: El Enigma de la Llave
- Capítulo 5: El Eco de los Secretos
- Capítulo 6: El Espejo de las Almas
- Capítulo 7: El Precio del Acuerdo
- Capítulo 8: La Segunda Llave
- Capítulo 9: Sombras Persistentes
- Capítulo 10: Reflejos Inquietantes
- Capítulo 11: El Reflejo del Mal
- Capítulo 12: La Sombra Al Mando
- Capítulo 13: Las Garras de la Oscuridad
- Capítulo 14: El Último Ritual
- Capítulo 15: El Legado Oscuro
El libro, aunque delgado, pesaba como si llevara dentro siglos de secretos. Mientras bajaba las escaleras, Roberto sentía que cada página que había leído le acercaba más al corazón oscuro del misterio que envolvía a su familia. El reloj en la sala de estar seguía marcando el tiempo con un tic-tac insistente, cada segundo parecía más largo que el anterior.
Roberto se sentó en la mesa del comedor, extendiendo el diario frente a él. Las palabras en las páginas amarillentas parecían susurrar secretos que no estaban destinados a ser conocidos por ojos mortales. La caligrafía era elegante, pero los bordes de las páginas estaban desgastados, como si alguien hubiera pasado los dedos sobre ellas muchas veces, buscando respuestas.
Las entradas más antiguas hablaban de rituales oscuros y prohibidos, llevados a cabo por antepasados lejanos, quienes buscaban poder y conocimiento a cualquier precio. Esos rituales involucraban espejos, que no solo reflejaban la realidad, sino que servían como puertas hacia otra dimensión, un lugar donde las almas podían quedar atrapadas para siempre.
Roberto encontró una entrada fechada casi un siglo atrás, escrita por uno de sus antepasados. Describía cómo un ritual salió mal, cómo el espejo se rompió y, con él, el equilibrio entre ambos mundos. Las almas atrapadas detrás del espejo habían quedado liberadas, pero incompletas, siempre buscando algo o alguien que completara lo que habían perdido. Desde ese momento, la maldición había caído sobre su familia, una maldición que se transmitía de generación en generación.
Conforme avanzaba en la lectura, se dio cuenta de que los eventos que su madre había intentado ocultar estaban intrínsecamente ligados a ese espejo, el mismo que ahora descansaba en el desván. El diario mencionaba una profecía, una que hablaba de un descendiente que sería capaz de romper la maldición, alguien que debía enfrentarse al espejo, no con fuerza, sino con el conocimiento de lo que realmente contenía.
La última página del diario contenía un dibujo que lo dejó sin aliento: un intrincado círculo con símbolos extraños, rodeando un espejo roto. Era un diagrama del ritual que necesitaba realizar para cerrar la puerta entre ambos mundos y liberar a las almas atrapadas. Sin embargo, la advertencia final era clara: el ritual solo podría ser realizado durante una noche específica, cuando la luna estuviera en su punto más alto, y el riesgo de fracasar era la condena eterna.
El sol comenzaba a ponerse cuando Roberto cerró el diario. La noche se acercaba, y con ella, la hora de la verdad. Con una determinación renovada, recogió las llaves, el reloj y el libro, preparándose para subir al desván una vez más. Pero antes de hacerlo, decidió que debía revisar el espejo en la sala de estar, el que colgaba sobre la chimenea.
El espejo era grande, con un marco de madera oscura y elaborados detalles tallados. Su superficie estaba impecable, a pesar de los años, como si el tiempo no pudiera tocarlo. Roberto se acercó lentamente, observando su propio reflejo con una mezcla de temor y curiosidad. Sabía que este no era un espejo común, y ahora que entendía más sobre su poder, sentía que estaba a punto de descubrir algo crucial.
El reflejo en el espejo parecía normal al principio, mostrando la sala a sus espaldas y su propio rostro cansado. Pero entonces, una leve distorsión apareció en la esquina inferior, como si la imagen estuviera ondulando. Roberto parpadeó, asegurándose de que no era un truco de su mente, pero la distorsión se hizo más pronunciada, y luego, de la nada, una sombra oscura cruzó por el espejo.
La sombra no tenía forma definida, pero se movía con una rapidez que hizo que su corazón se acelerara. No había nada en la sala que pudiera haber causado ese reflejo, y antes de que pudiera reaccionar, el espejo volvió a la normalidad. Pero Roberto sabía que algo había cambiado. Ahora entendía lo que su madre había intentado advertirle: el espejo no era solo un objeto, sino una ventana hacia algo más, algo que estaba al acecho en la oscuridad.
Decidido a seguir adelante, Roberto tomó el diario y las llaves, subiendo las escaleras hacia el desván. El aire se sentía más frío a medida que ascendía, y la oscuridad en el desván era densa, como si estuviera viva. El espejo, el mismo que había encontrado días atrás, seguía en el centro de la habitación, inalterado. Pero esta vez, Roberto notó algo que antes no había visto: una pequeña inscripción en el marco, similar a la que había en la caja de herramientas en el cobertizo.
La inscripción decía: “Quien mire más allá, verá su alma reflejada en la verdad.”
Roberto tragó saliva, sintiendo que cada palabra lo empujaba más hacia un abismo del que no estaba seguro de poder escapar. Sabía que debía realizar el ritual descrito en el diario, pero el temor a lo desconocido lo mantenía congelado en su lugar. Las sombras en el desván parecían estar más cerca ahora, susurrando palabras que no lograba entender.
Finalmente, armándose de valor, comenzó a preparar el círculo en el suelo, tal como lo había visto en el diario. Usó las velas que había encontrado en el cobertizo, colocándolas en puntos específicos alrededor del espejo, y trazó los símbolos con tiza, siguiendo las instrucciones al pie de la letra. El aire a su alrededor se volvió más denso con cada movimiento, como si la casa misma estuviera reaccionando a lo que él estaba haciendo.
Una vez que todo estuvo en su lugar, se sentó frente al espejo, sosteniendo la pequeña llave en una mano y el reloj en la otra. El reloj, aún detenido a las tres, parecía pulsar en su mano, como si tuviera vida propia. Cerró los ojos, respirando profundamente, y comenzó a recitar las palabras del ritual.
Las sombras en el desván comenzaron a moverse más rápido, susurrando con más intensidad. El espejo, ahora iluminado por las velas, reflejaba algo más que la habitación: rostros, decenas de rostros, todos ellos deformados por el dolor y el miedo. Roberto sintió un terror primitivo apoderarse de él, pero no podía detenerse ahora. Sabía que esas eran las almas atrapadas, las que habían sido sacrificadas en el pasado, y que ahora buscaban liberación.
Al llegar al clímax del ritual, Roberto levantó la pequeña llave y la insertó en una ranura oculta en el marco del espejo, que había descubierto al trazar los símbolos. La llave encajó con un clic, y de inmediato, el espejo comenzó a vibrar, como si estuviera resistiéndose a lo que venía a continuación.
Las velas se apagaron de golpe, y el desván quedó sumido en la oscuridad. Roberto sintió una oleada de energía fluir a través del espejo, y luego un silencio absoluto, tan denso que podía sentirlo en su piel. Abrió los ojos, esperando lo peor, pero lo que vio lo dejó sin palabras.
El espejo estaba roto, pero no como esperaba. Las grietas que lo atravesaban formaban un patrón, una especie de red que parecía extenderse más allá de la superficie del vidrio, como si el espejo mismo estuviera conectado a otro lugar, otra dimensión. Y en el centro de esa red, una figura se formó lentamente, emergiendo de las sombras.
No era un ser físico, sino una manifestación de pura oscuridad, una figura hecha de las mismas sombras que había estado viendo toda su vida. Roberto supo al instante que estaba frente a la fuente de todos los fenómenos, la entidad que había estado acechando a su familia durante generaciones.
La figura se movió hacia él, lenta pero decididamente, y cuando habló, no usó palabras, sino imágenes y sensaciones que inundaron la mente de Roberto. Vio escenas de su pasado, de su madre luchando por protegerlo, de los rituales fallidos, de las almas atrapadas detrás del espejo. Y luego, sintió algo más, algo que le hizo estremecerse: una oferta.
La figura le ofrecía la oportunidad de liberar a su familia, pero a un precio. Roberto sabía que no podía confiar en una entidad tan oscura, pero también sabía que no tenía otra opción. Con el corazón en la garganta, aceptó el trato, esperando que lo que estaba a punto de hacer fuera suficiente para romper la maldición de una vez por todas.
El espejo vibró una última vez, y luego, en un estallido de luz, la figura desapareció. Las sombras en el desván se disiparon, y el aire volvió a ser respirable. El espejo, ahora completamente roto, ya no reflejaba nada más que oscuridad.
Roberto se dejó caer al suelo, exhausto, pero sabiendo que había hecho lo que debía. El diario, las llaves, el reloj, todo había servido para llevarlo hasta este punto. Y aunque no sabía qué vendría después, sentía que, por primera vez en mucho tiempo, la casa estaba en paz.
Pero mientras se levantaba para salir del desván, algo en el aire cambió. Un susurro, apenas audible, le llegó desde el espejo roto.
“Esto no ha terminado…”
Roberto miró hacia atrás, y en los restos del espejo, vio algo que le hizo congelarse de nuevo. No era su propio reflejo, sino el de la figura que había enfrentado, sonriendo desde la oscuridad, como si el verdadero desafío apenas estuviera comenzando.
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