- “El Espejo de los Secretos” Sinopsis
- Capítulo 1: La Presencia Desconocida
- Capítulo 2: Regreso al hogar
- Capítulo 3: Susurros en la Oscuridad
- Capítulo 4: El Enigma de la Llave
- Capítulo 5: El Eco de los Secretos
- Capítulo 6: El Espejo de las Almas
- Capítulo 7: El Precio del Acuerdo
- Capítulo 8: La Segunda Llave
- Capítulo 9: Sombras Persistentes
- Capítulo 10: Reflejos Inquietantes
- Capítulo 11: El Reflejo del Mal
- Capítulo 12: La Sombra Al Mando
- Capítulo 13: Las Garras de la Oscuridad
- Capítulo 14: El Último Ritual
- Capítulo 15: El Legado Oscuro
Última actualización el 17 de septiembre de 2024 por ATM
Roberto estaba solo en su apartamento una vez más, un lugar que había llegado a conocer tanto por su refugio como por las extrañas experiencias que allí ocurrían. La noche era fresca, y una brisa ligera entraba por la ventana entreabierta, moviendo levemente las cortinas de lino. El apartamento, situado en un viejo edificio de la ciudad, tenía una atmósfera que oscilaba entre lo acogedor y lo inquietante.
Las paredes estaban decoradas con fotografías enmarcadas de su familia y algunos cuadros abstractos que había recogido en sus viajes. El suelo de madera crujía bajo sus pies, un recordatorio constante de la antigüedad del edificio. La iluminación suave de las lámparas creaba sombras que parecían moverse con vida propia, un efecto que siempre le había causado cierta incomodidad.
Roberto, de unos treinta y tantos años, era un hombre de apariencia tranquila, con ojos que reflejaban una profundidad de experiencias poco comunes. Desde su infancia, había tenido encuentros con lo paranormal, fenómenos que a menudo se manifestaban en formas sutiles pero perturbadoras. Su hermana mayor solía contarle cómo, cuando era pequeño, veía sombras que se movían en su habitación por la noche y sentía la presencia de alguien sentándose en su cama. Estos recuerdos nunca lo abandonaron, creando en él una mezcla de fascinación y temor hacia lo inexplicable.
Esa noche, después de una larga jornada de trabajo, Roberto decidió relajarse en el sofá. Se puso cómodo, dejando que el cansancio del día se desvaneciera mientras veía un documental en la televisión. Sin embargo, no podía evitar que su mente divagara hacia aquellos momentos de su infancia. Recordó las noches en las que, aterrado, se cubría la cabeza con las sábanas, esperando que las sombras desaparecieran. Las sombras que confundía con su hermano mayor, a quien llamaba sin obtener respuesta.
De repente, un ruido sordo proveniente de la habitación contigua lo sacó de sus pensamientos. El sonido era familiar, un crujido que podría haber sido causado por la madera vieja, pero había algo más en él, algo que le hacía sentirse observado. Se levantó con cautela, dirigiéndose hacia la fuente del ruido. Al abrir la puerta de la habitación, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
La habitación estaba oscura, pero la luz del pasillo delineaba los contornos de los muebles. Roberto encendió la luz, esperando encontrar una explicación lógica. Sin embargo, lo que vio lo dejó perplejo: los cajones de la cómoda estaban abiertos, como si alguien los hubiera revisado con prisa. Un sentimiento de déjà vu lo invadió. Ya había vivido esto antes, noches en las que despertaba al sonido de cajones abriéndose y cerrándose rápidamente.
Trató de calmarse, recordando lo que siempre hacía en esos momentos: taparse con las sábanas hasta la cabeza y esperar a que el miedo pasara. Pero ahora era un adulto, y quería enfrentar sus miedos. Caminó hacia la cómoda, revisando los cajones uno por uno. Todo parecía estar en orden, pero la sensación de ser observado no desaparecía.
Volvió al salón, tratando de recuperar la calma. Decidió revisar las cámaras de seguridad que había instalado hacía poco, después de varios incidentes inexplicables. Al revisar las grabaciones, notó algo que lo dejó sin aliento: una sombra pasaba frente a la cámara, una figura humanoide que se desvanecía en la oscuridad. El reloj marcaba las tres de la madrugada, la hora exacta en la que siempre sucedían estas cosas.
Roberto sintió una mezcla de miedo y determinación. Sabía que debía encontrar una explicación a estos fenómenos, pero no podía evitar sentirse abrumado por el peso de sus experiencias pasadas. Recordó las historias de su madre, quien también había tenido encuentros con lo inexplicable en la casa de su infancia. Las similitudes eran inquietantes.
Decidido a no dejarse vencer por el miedo, Roberto se preparó una taza de té y se sentó a revisar los viejos diarios de su madre, que había traído consigo después de su muerte. Las páginas amarillentas y la caligrafía cuidadosa le daban una sensación de conexión con su pasado. Al abrir uno de los diarios, una nota cayó al suelo. La recogió y la leyó con curiosidad creciente.
“Roberto, sé que algún día encontrarás estas palabras. Hay cosas en nuestra familia que no pueden explicarse fácilmente. He guardado una llave que puede ayudarte a entender lo que sucede. Está en la casa de tu infancia, en el desván. La verdad te liberará.”
El corazón de Roberto latía con fuerza. Sabía que debía regresar a la casa de su infancia para buscar esa llave y descubrir la verdad detrás de las sombras que lo habían perseguido toda su vida. Mientras miraba por la ventana, la luna llena iluminaba el cielo, dándole una sensación de urgencia y determinación.
Esa noche, antes de dormir, Roberto decidió prepararse para su viaje. Guardó la nota de su madre en su billetera y preparó una pequeña maleta con lo esencial. Sabía que su búsqueda no sería fácil, pero estaba decidido a enfrentar su pasado y descubrir los secretos que le habían atormentado.
Mientras se acostaba, las sombras en las paredes parecían más tranquilas, como si supieran que el momento de la verdad se acercaba. Roberto cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio, pero con una nueva esperanza en su corazón. Sabía que no estaba solo en esta búsqueda y que, de alguna manera, su madre estaba con él, guiándole hacia la verdad.
Esa noche, sus sueños fueron más vívidos que nunca. Soñó con la casa de su infancia, con las sombras que lo observaban y con una figura familiar que le guiaba hacia el desván. Al despertar, la sensación de urgencia era aún más fuerte. Miró el reloj: era el amanecer. Era hora de regresar a donde todo comenzó y enfrentar los misterios que le habían seguido durante tanto tiempo.
La próxima parada: la casa de su infancia. Y con ella, las respuestas que tanto había buscado.
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