- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
Después de salir del club, Álvaro condujo sin rumbo fijo durante un buen rato. Sabía que las cosas con Javier Medina estaban a punto de estallar, pero lo que más le inquietaba era lo poco que sabía sobre lo que estaba investigando. La revelación de que la policía estaba tras los pasos de Javier solo añadía más tensión al asunto. ¿Qué demonios estaba ocultando Clara? Porque si algo tenía claro Álvaro, es que ella sabía más de lo que le había contado.
Finalmente, decidió volver a su apartamento. Necesitaba procesar toda la información antes de hablar con Clara. Se preparó un café bien cargado y se sentó en el sofá, mirando la libreta donde había anotado los detalles de la conversación en el club. “Si alguien sospecha, estamos jodidos”, resonaba en su cabeza. La policía ya estaba implicada, y eso solo significaba que Javier estaba metido en algo mucho más grande.
El móvil vibró de nuevo. Esta vez, no era Clara. El nombre que apareció en la pantalla hizo que Álvaro frunciera el ceño: un contacto antiguo, alguien con quien no había hablado en años.
—¿Qué demonios querrá ahora? —murmuró antes de contestar.
—Álvaro, tenemos que hablar —dijo una voz grave al otro lado.
—¿Miguel? —respondió, sorprendido—. ¿Qué pasa?
—Es sobre el caso Medina. Tengo información que te interesa, pero no por teléfono.
Aquello le dejó helado. No había mencionado nada del caso a nadie. ¿Cómo demonios sabía Miguel en qué estaba trabajando? Álvaro apretó los dientes, sabiendo que esta llamada significaba que había pisado terreno peligroso.
—Dime dónde —respondió secamente, intentando no mostrar su preocupación.
Miguel le dio una dirección en las afueras, un lugar discreto lejos del bullicio de la ciudad. Álvaro sabía que si Miguel estaba implicado, las cosas estaban a punto de complicarse aún más. Guardó el móvil, terminó su café de un trago y salió por la puerta, sintiendo la presión crecer con cada paso.
Encuentro en las sombras
Al llegar al punto de encuentro, Álvaro se encontró con Miguel en una vieja nave industrial abandonada. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas rotas, creando sombras inquietantes en el interior. Miguel, un tipo robusto con mirada dura, le esperaba apoyado en una columna.
—Estás metido en algo gordo, amigo —dijo Miguel sin rodeos, con los brazos cruzados.
—¿Qué sabes de Javier Medina? —preguntó Álvaro, yendo directo al grano.
Miguel se acercó lentamente, con una expresión grave.
—Javier no es solo un empresario. Está metido en blanqueo de dinero y tráfico de información. Gente importante está en juego, y si sigues husmeando, acabarás en una tumba. El tipo tiene contactos en todas partes, incluso dentro de la policía. Por eso estás solo en esto.
Álvaro sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Aquello era mucho peor de lo que había imaginado. Javier no solo estaba engañando a Clara, estaba jugando con fuego.
—Clara me dijo que sospechaba que Javier estaba en algo, pero nunca mencionó nada de esto —dijo Álvaro, intentando conectar las piezas del rompecabezas.
Miguel soltó una carcajada seca.
—¿Clara? Claro que no te lo va a decir. Ella está más metida en esto de lo que crees. Está jugando su propia partida, y te ha usado para que saques la mierda a la luz. No confíes en ella.
Álvaro se quedó en silencio. ¿Clara le había manipulado desde el principio? Algo en su estómago le decía que sí, pero no podía descartar la posibilidad de que Miguel también estuviera jugando a su favor.
—¿Y ahora qué? —preguntó, finalmente.
Miguel le miró con dureza.
—Ahora sales de esto mientras puedas, o acabas muerto. Lo que hagas a partir de aquí depende de ti.
Álvaro miró a Miguel sin apartar la vista, midiendo sus palabras. Había conocido a tipos como él, tipos que siempre sabían más de lo que decían y que rara vez movían ficha sin un motivo oculto. Pero esta vez, Miguel parecía realmente preocupado. Y si él decía que la cosa estaba seria, había que prestarle atención.
—¿Qué gano si salgo ahora? —preguntó Álvaro, cruzando los brazos.
Miguel suspiró, rascándose la cabeza como si fuera obvio.
—Ganas seguir con vida, joder. Esta gente no se anda con tonterías. Si te pillan metido en medio de sus asuntos, te harán desaparecer sin pestañear. No eres el primer detective que se cruza con ellos, pero serás el primero que se entera de esto con tiempo para salir.
Álvaro apretó la mandíbula. Sabía que lo más sensato era salir, dejar el caso, olvidarse de Clara, Javier y todo lo que envolvía esta trama de engaños. Pero algo dentro de él le decía que no podía. Había llegado demasiado lejos y no era el tipo de hombre que se echaba atrás cuando las cosas se ponían difíciles.
—No es tan simple —dijo finalmente, con la mirada fija en Miguel—. Si me retiro ahora, esta gente sabrá que estuve husmeando. Da igual lo que haga, estaré en peligro igual.
Miguel le miró, con el ceño fruncido, como si no entendiera por qué Álvaro estaba dispuesto a seguir adelante. Se acercó un poco más, bajando la voz.
—Escucha, sé que esto va más allá de un trabajo. Clara te ha hecho perder la cabeza, ¿no? —dijo con una media sonrisa torcida—. Esos ojos, esa maldita actitud de hielo… lo he visto antes.
Álvaro apartó la vista, pero Miguel ya había dado en el clavo. Claro que Clara le afectaba, y claro que era parte del problema. Esa maldita mezcla de atracción y desconfianza le mantenía atrapado. Y ahora que sabía que ella estaba implicada, no podía simplemente dejarlo pasar.
—No es solo por ella —respondió, apretando los puños—. Aquí hay algo mucho más gordo, y no me gusta que me manipulen. Si Clara me ha usado, voy a descubrir por qué. Y si Javier está metido en mierda hasta el cuello, quiero saber en qué.
Miguel negó con la cabeza, con una risa breve y seca.
—Siempre tan cabezota, Rivas. Pero te diré algo, si sigues adelante, estaré cerca para cubrirte la espalda. Solo porque, aunque seas un idiota, prefiero que sigas respirando.
Álvaro esbozó una sonrisa, un gesto más irónico que agradecido. Sabía que Miguel tenía razón en muchas cosas, pero el orgullo y la curiosidad le empujaban a seguir.
—Te lo agradezco —dijo, sin añadir más.
Miguel le dio una palmada en el hombro y empezó a caminar hacia la salida.
—Tú sabrás lo que haces, pero recuerda lo que te he dicho. Javier no es el único al que deberías vigilar —añadió antes de desaparecer en la penumbra de la nave.
Álvaro se quedó solo, rodeado del silencio inquietante de aquel lugar abandonado. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo llenara el vacío a su alrededor mientras pensaba en sus opciones. Sabía que, una vez volviera a hablar con Clara, las cosas podrían complicarse aún más.
El plan de Javier
Al día siguiente, Álvaro decidió que no podía esperar más. Había llegado la hora de enfrentarse a Clara y descubrir de una vez por todas qué era lo que sabía y, sobre todo, qué no le había contado. La llamó temprano, y la conversación fue breve.
—Tenemos que hablar. En persona —dijo Álvaro, con un tono más firme de lo habitual.
—De acuerdo. Nos vemos en el mismo café —respondió Clara, sin hacer preguntas.
Cuando colgó, Álvaro se preparó mentalmente. Ya no podía confiar en ella, pero necesitaba que pensara que aún estaba bajo su control. Era la única forma de seguir avanzando en este juego.
Llegó al café antes que ella. Tomó asiento en la misma mesa cerca de la ventana, observando el bullicio de la ciudad mientras esperaba. Cuando Clara entró, su presencia volvió a llenar el lugar de esa frialdad elegante que siempre traía consigo. Se sentó frente a él, cruzando las piernas y mirándole directamente a los ojos.
—¿Qué pasa? —preguntó, con esa calma que empezaba a irritar a Álvaro.
—He estado investigando —dijo él, sin rodeos—. Y he descubierto cosas que tú no me contaste.
Clara levantó una ceja, sin perder la compostura.
—¿De qué hablas?
—Sabes perfectamente de lo que hablo —respondió él, inclinándose un poco hacia adelante—. Javier no solo te está engañando, está metido en blanqueo de dinero y tráfico de información. Y tú lo sabías.
Clara mantuvo la mirada un segundo más de lo necesario, antes de soltar un suspiro.
—Sí, lo sabía —admitió finalmente—. Pero necesitaba que tú lo descubrieras por mí.
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