- “El Espejo de los Secretos” Sinopsis
- Capítulo 1: La Presencia Desconocida
- Capítulo 2: Regreso al hogar
- Capítulo 3: Susurros en la Oscuridad
- Capítulo 4: El Enigma de la Llave
- Capítulo 5: El Eco de los Secretos
- Capítulo 6: El Espejo de las Almas
- Capítulo 7: El Precio del Acuerdo
- Capítulo 8: La Segunda Llave
- Capítulo 9: Sombras Persistentes
- Capítulo 10: Reflejos Inquietantes
- Capítulo 11: El Reflejo del Mal
- Capítulo 12: La Sombra Al Mando
- Capítulo 13: Las Garras de la Oscuridad
- Capítulo 14: El Último Ritual
- Capítulo 15: El Legado Oscuro
El silencio en el apartamento era abrumador. Desde que había regresado del claro, Roberto se había sumido en una rutina que intentaba sostener como un escudo contra los recuerdos. El espejo que había usado para sellar a la presencia permanecía guardado en su mochila, cuidadosamente envuelto y escondido en el rincón más oscuro del armario. Aunque había creído vencer a la entidad en el claro, los ecos de esa noche continuaban, apareciendo en sus sueños y en momentos de quietud, como susurros al borde de la conciencia.
Durante días, Roberto evitó el diario de su madre, temiendo encontrar algo que despertara de nuevo aquella presencia. Pero la noche anterior, un sueño inquietante le empujó a buscar respuestas. En el sueño, una figura velada se acercaba al claro, sosteniendo un espejo con una grieta que parecía moverse como si fuera una serpiente viva. En la figura reconocía a su madre, quien lo miraba con una mezcla de tristeza y advertencia.
Despertó sobresaltado, y a la mañana siguiente decidió revisar el diario, esperando hallar explicaciones sobre la herencia oscura que su familia había cargado durante generaciones. A medida que hojeaba las páginas, sus manos temblaban ligeramente, recordando las advertencias que ella había dejado entre las líneas y los rituales escritos con letras apretadas. Finalmente, hacia el final del diario, encontró un párrafo que no recordaba haber visto nunca, casi como si hubiese aparecido por sí mismo tras la lucha en el claro.
“A quien hereda esta carga, te pido perdón. Nuestra familia ha sido el guardián de una presencia antigua, un ser invocado por nuestros ancestros en tiempos de desesperación. Lo que comenzó como un pacto de protección se convirtió en una condena. Cada generación ha pagado un precio, enfrentándose a lo que nunca debió ser llamado. A cada descendiente se le entrega esta prueba, y solo el más fuerte logra sobrevivir.”
Roberto sintió un escalofrío en la nuca. Su familia había invocado a la entidad siglos atrás, buscando poder y protección durante tiempos de guerra. Pero ese poder había venido con un precio impensable: la presencia oscura demandaba un sacrificio y una vigilancia continua, como un guardián hambriento y despiadado. Su familia había sellado al ser con un ritual que debía renovarse con cada generación, para evitar que la presencia escapara al mundo y liberara el caos que había prometido traer.
Había pensado que sus encuentros con lo inexplicable eran casualidades o manifestaciones inocentes. Ahora comprendía que habían sido solo una advertencia: un recordatorio de que la entidad lo observaba desde siempre, esperando el momento de emerger. Roberto, igual que su madre y los ancestros antes de ella, había sido un peón en este pacto, enfrentado al poder oscuro como la última línea de contención.
Respirando profundamente, continuó leyendo las palabras de su madre, escritas con una mezcla de desesperación y esperanza.
“Si lees esto, significa que enfrentaste la prueba y sellaste al ser oscuro. Pero recuerda: nadie queda libre. La presencia siempre deja un rastro. A cada guardián, la entidad le deja una marca, una pequeña grieta en el alma. Vivirás sabiendo que algo te observa desde tu propio reflejo, esperando el día en que otra generación deba continuar nuestra tarea.”
Roberto cerró el diario y sintió un escalofrío que se apoderó de todo su cuerpo. Su madre había intentado protegerlo ocultándole la magnitud de la maldición, pero ahora era inevitable: él se había convertido en el próximo guardián, vinculado para siempre a una fuerza más antigua y poderosa de lo que había imaginado.
Mientras procesaba la revelación, un reflejo en el espejo del pasillo captó su atención. Miró de reojo, sintiendo cómo su corazón latía cada vez más rápido. Algo en su reflejo era distinto, pero no lograba identificarlo del todo. Se acercó con pasos cautelosos, temiendo lo que podría encontrar.
Al mirarse fijamente en el espejo, notó un cambio en sus ojos: en lo profundo de sus pupilas, una sombra parecía flotar, como una grieta oscura que se expandía y contraía con cada respiración. La presencia que había sellado en el claro seguía con él, pero ahora estaba oculta en lo más recóndito de su ser, ligada a su propia alma como un fragmento de su esencia.
Sintió una punzada de terror, comprendiendo que, aunque había contenido a la entidad, algo de ella había logrado aferrarse a él, convirtiéndose en una parte inseparable de su propio reflejo. Podía sentirlo: un susurro casi inaudible, una risa leve que resonaba en los bordes de su conciencia, como una promesa de que nunca estaría solo.
Los días que siguieron se tornaron extraños. Cada vez que pasaba frente a un espejo, evitaba mirarse a los ojos, temeroso de ver aquella sombra que ahora sabía que le acechaba desde su propio reflejo. Y aunque intentaba llevar una vida normal, sentía el peso constante de una mirada invisible, una presencia que le recordaba que el pacto no estaba roto, sino latente, como un mal agazapado que esperaba.
Con el tiempo, Roberto aceptó su destino como el nuevo guardián, sabiendo que la maldición no moriría con él. Y que, algún día, alguien más en su linaje debería enfrentar a esa presencia, tal como él lo había hecho. Sabía que el precio de ese poder seguiría persiguiendo a su familia y que él solo había logrado posponer lo inevitable.
Con un último vistazo al espejo del pasillo, respiró profundamente, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. La oscuridad acechaba en su propia mirada, un eco silencioso que le susurraba promesas de lo desconocido. En ese momento comprendió que la verdadera prueba no había terminado; solo había comenzado.
Al cerrar la puerta de su apartamento, sintió el peso de la maldición en su espalda, consciente de que el reflejo oscuro que le seguía no le abandonaría jamás, y que su familia, por generaciones, pagaría ese precio eterno.
Descubre más desde Cajón de Sastre
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.