- “El Espejo de los Secretos” Sinopsis
- Capítulo 1: La Presencia Desconocida
- Capítulo 2: Regreso al hogar
- Capítulo 3: Susurros en la Oscuridad
- Capítulo 4: El Enigma de la Llave
- Capítulo 5: El Eco de los Secretos
- Capítulo 6: El Espejo de las Almas
- Capítulo 7: El Precio del Acuerdo
- Capítulo 8: La Segunda Llave
- Capítulo 9: Sombras Persistentes
- Capítulo 10: Reflejos Inquietantes
- Capítulo 11: El Reflejo del Mal
- Capítulo 12: La Sombra Al Mando
- Capítulo 13: Las Garras de la Oscuridad
- Capítulo 14: El Último Ritual
- Capítulo 15: El Legado Oscuro
El frío del amanecer comenzaba a arrastrarse por el bosque. La luz pálida y espectral del sol naciente apenas penetraba entre las copas de los árboles, creando una atmósfera irreal en el claro. Roberto, tirado en el suelo con la cabeza apoyada contra una de las piedras del círculo, sentía cómo la vida escapaba de su cuerpo. La presencia que le había invadido seguía intentando tomar control de sus últimos pensamientos, debilitando cada vez más su voluntad. Pero una chispa de fuerza, impulsada por un último recuerdo de su madre, se negaba a rendirse.
Roberto sabía que estaba en el final de su lucha. Si la presencia lograba completar el ritual, su cuerpo y su alma quedarían atrapados en la oscuridad, y el ser oscuro emergería con total libertad. Pero algo en el claro, en las piedras y en la tierra misma, parecía resistirse, como si el mismo bosque luchara por detener la abominación que estaba ocurriendo.
De pronto, un murmullo casi imperceptible comenzó a llenarle la mente. No era la risa burlona de la presencia, sino una voz cálida y conocida. Era la voz de su madre, un eco lejano que surgía de algún lugar profundo en su memoria.
—Roberto… —susurró la voz—. Recuerda… el espejo…
El espejo. La palabra resonó en su mente como un relámpago, encendiendo una llama de claridad en medio de la neblina que lo envolvía. Roberto comprendió, en un instante, lo que debía hacer. Había algo que el ser oscuro no sabía, algo que su madre había dejado como una clave en su diario y que él había pasado por alto.
“Donde el alma y el reflejo se cruzan…” Las palabras del diario resonaban ahora con más fuerza, cobrando sentido. Sabía que el espejo no solo era una puerta entre los mundos, sino también una prisión que podía usarse para sellar a la presencia que le atormentaba.
Reuniendo cada fragmento de voluntad que le quedaba, Roberto se levantó con dificultad. La presencia dentro de él luchaba con desesperación, gruñendo y aullando en su mente, pero Roberto ignoró sus amenazas. Con pasos vacilantes, se acercó a su mochila, donde había guardado el pequeño espejo que encontró en el sótano de la casa.
Al tomar el espejo en sus manos, sintió cómo un nuevo tipo de energía recorría su cuerpo. Este objeto, que había estado tan cerca de olvidarse, era la clave para poner fin a la maldición que su familia había cargado durante generaciones. Roberto lo alzó, observando su reflejo en la superficie ahora limpia y clara. Podía ver la sombra oscura detrás de sus propios ojos, una figura que le observaba desde el otro lado, burlona y maliciosa.
—No pienses que puedes deshacerte de mí tan fácilmente —gruñó la presencia, usando su voz.
Pero Roberto no respondió. En cambio, sujetó el espejo con ambas manos y comenzó a murmurar las palabras que recordaba del diario. No entendía por completo el idioma de las inscripciones, pero la energía en el aire respondía a cada palabra, como si la misma naturaleza reconociera la antigua invocación.
La tierra en el claro comenzó a temblar de nuevo, y el viento sopló con más fuerza, como si el bosque respondiera a su llamado. Las piedras del círculo brillaron débilmente, y la luz en el espejo se intensificó, hasta que el reflejo de Roberto desapareció, dejando solo la imagen de la figura oscura atrapada en su interior.
—¡No! —gritó la presencia con furia, su voz resonando en la mente de Roberto como un trueno—. ¡No puedes hacerme esto! ¡Soy parte de ti, soy parte de tu sangre!
Pero Roberto siguió recitando las palabras del ritual, negándose a ser manipulado. Sabía que la presencia estaba tratando de sembrar la duda en su mente, de romper su concentración. Y aunque sentía el peso de la oscuridad luchando en su interior, su determinación era más fuerte. La luz en el espejo continuó creciendo, envolviendo la figura oscura que ahora luchaba por escapar, pero que, lentamente, comenzaba a desvanecerse en el cristal.
El último aliento de la presencia resonó en su mente como un susurro venenoso:
—Roberto, esto no termina aquí. Lo que has visto… lo que has sentido… nunca te abandonará…
Con un grito final, Roberto inclinó el espejo hacia la grieta del suelo, canalizando la energía que había invocado. La grieta, que antes había sido un portal oscuro, comenzó a cerrarse, su luz negra desvaneciéndose hasta no ser más que una marca en el suelo. Las piedras del círculo vibraron una última vez y luego se apagaron, dejando el claro en un silencio absoluto.
Roberto, agotado y temblando, cayó de rodillas, respirando con dificultad. La presión en su mente había desaparecido, y su cuerpo, aunque débil, ya no estaba dominado. La presencia que había intentado poseerle se había desvanecido en el espejo, atrapada en su propio reflejo, incapaz de cruzar de nuevo al mundo de los vivos.
Un silencio sobrenatural envolvió el claro. Por primera vez desde que todo había comenzado, Roberto sentía que el peso que había cargado finalmente se había disipado. La maldición que había acechado a su familia durante generaciones parecía haberse roto, y una calma fría y serena le envolvió.
Con la poca fuerza que le quedaba, Roberto se levantó y salió del claro. Se dirigió hacia su casa, sin mirar atrás, dejando el círculo de piedras y las sombras de los secretos familiares enterrados en el corazón del bosque. Sabía que tendría que enfrentar muchas preguntas y que los recuerdos de esa noche le perseguirían siempre, pero también sabía que había sobrevivido, que había enfrentado el mal y salido victorioso.
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