Capítulo 21: La Emboscada Final

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El bosque era un laberinto de sombras y ramas quebradas. La humedad le calaba los huesos a Álvaro mientras corría, con la pistola firmemente sujeta en su mano. Sentía la adrenalina arderle en las venas, pero también un nudo en el estómago. Todo estaba saliendo mal.

Los disparos resonaban a lo lejos. Le habían jodido bien, pero no pensaba rendirse. Si perdía a Clara ahora, si no conseguía sacarla de esta, se odiaría para siempre.

Mientras tanto, Clara y Félix avanzaban como podían entre la maleza, tropezando con raíces y ramas bajas. Sus respiraciones eran agitadas, el pánico latiéndoles en el pecho. El camino se estrechaba y el bosque se volvía más denso.

—Por aquí —susurró Félix, señalando un sendero apenas visible.

Pero antes de que pudieran seguir avanzando, cinco hombres salieron de entre los árboles. Sus armas brillaban bajo la tenue luz de la luna, y la sonrisa de uno de ellos heló la sangre de Clara.

—Se acabó la carrera, preciosa.

Félix levantó las manos lentamente.

—¿Cuántos sois? Me gusta saber cuántos cabrones van a intentar matarme.

El líder del grupo rió.

—Los suficientes.

Félix miró de reojo a Clara, con un brillo decidido en los ojos.

—Corre cuando te diga —susurró.

—No… —Clara negó con la cabeza, pero él ya había tomado su decisión.

Con un movimiento rápido, desenfundó su pistola y disparó. Uno de los hombres cayó al suelo con un gruñido de dolor, y el caos se desató.

—¡Corre, joder! —gritó Félix, cubriéndola con fuego.

Clara corrió. No pensó. No miró atrás. Solo corrió, con el corazón desbocado y los pulmones ardiendo.

Félix, detrás de ella, seguía disparando, pero no pudo hacer mucho más. Un disparo le alcanzó en la pierna, y cayó de rodillas con una maldición ahogada.

—¡Hijo de puta…!

Uno de los hombres de Javier le golpeó en la cabeza con la culata del rifle, dejándole inconsciente.

Clara sintió un tirón en el brazo y cayó al suelo de golpe. Intentó levantarse, pero unas manos fuertes la sujetaron.

—Se acabó, guapa —susurró una voz en su oído.

Luchó. Pataleó. Mordió. Pero era inútil. Un puñetazo en el estómago la dejó sin aire, y la oscuridad se apoderó de ella.


Cuando Álvaro llegó al lugar, el suelo estaba revuelto, con huellas marcadas en la tierra húmeda. Los cuerpos de dos hombres estaban tirados en el suelo, pero Clara no estaba.

—¡Me cago en la puta!

Golpeó un árbol con el puño, su respiración acelerada. Había fracasado. Se llevó las manos a la cabeza, intentando pensar con claridad. No podía perder la cabeza ahora.

Sabía lo que tenía que hacer. Javier la había llevado de vuelta a la mansión. Y si pensaba que Álvaro iba a dejarle salirse con la suya, estaba muy jodido.


Clara despertó con un dolor punzante en la cabeza. Estaba tumbada en una cama demasiado familiar. La habitación era grande, lujosa, con cortinas pesadas y muebles de madera oscura.

Javier estaba sentado en un sillón frente a ella, con una copa en la mano y una sonrisa tranquila.

—Buenos días, princesa.

Clara le miró con puro odio.

— ¡Vete a la mierda!

Javier sonrió, se levantó y se acercó lentamente.

—Sigues con esa actitud. Eso es lo que siempre me gustó de ti.

Se inclinó, su rostro peligrosamente cerca del de ella. Su mano rozó su mejilla, con la misma suavidad de siempre, como si no acabara de secuestrarla.

—Podemos volver a lo que teníamos, Clara. Solo tienes que olvidar a ese detective de mierda.

Ella se estremeció, pero le sostuvo la mirada con firmeza.

— ¡Antes muerta!

Javier suspiró, como si realmente le molestara su respuesta.

Y entonces, la golpeó.

…..

A kilómetros de allí, Álvaro caminaba con pasos largos y furiosos hacia el escondite de Morales. Encontró al inspector en el almacén donde solía hacer sus negocios sucios.

—Han capturado a Clara —dijo sin rodeos—. Y si no me ayudas, te juro que te haré pagar cada jodida traición.

Morales le miró en silencio, su rostro tenso. Sabía que Álvaro hablaba en serio.

—Está bien —dijo finalmente—. Vamos a sacarla de ahí.

Álvaro cargó su pistola y le dedicó una sonrisa de pura rabia contenida.

—Eso pensaba.

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