- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
Álvaro y Clara estaban repasando los pocos detalles que tenían en la sala de estar de ella, cuando un sonido sordo les sobresaltó. Era como un golpe fuerte, algo que venía desde la parte trasera de la casa. Álvaro se levantó de un salto, y Clara lo siguió, visiblemente nerviosa.
—Quédate aquí, y no hagas ruido —susurró él, mientras avanzaba hacia la puerta trasera.
El aire de la noche era frío, y el silencio se había vuelto opresivo. A medida que Álvaro se acercaba, vio una sombra recostada junto a la valla del jardín. Se agachó lentamente, temiendo lo que podría encontrar, y al acercarse, sus peores sospechas se confirmaron.
Un cuerpo yacía inerte, el rostro ensangrentado y desfigurado. Era uno de los hombres que había visto vigilando la casa desde el coche. Revisó rápidamente el pulso en el cuello, pero ya no había nada que hacer. Álvaro se apartó, maldiciendo en voz baja. Esto lo cambiaba todo: ahora tenían un muerto en la puerta trasera, y eso significaba que alguien se estaba deshaciendo de los eslabones débiles.
Volvió a entrar en la casa y cerró la puerta con llave, encontrando a Clara con los ojos abiertos de par en par, esperando una respuesta.
—Tenemos un problema —dijo Álvaro, con el ceño fruncido—. Hay un muerto fuera, y no creo que se haya caído solo.
Clara palideció, llevándose una mano a la boca. La tensión en la habitación era palpable.
—¿Qué… qué vamos a hacer? —preguntó ella, apenas capaz de mantener la voz firme.
Álvaro sabía que tenían pocas opciones. Llamar a la policía solo los pondría a ambos bajo sospecha, y si alguien había matado a ese hombre, seguramente no tardaría en descubrir que estaban dentro de la casa.
—Lo primero que vamos a hacer es largarnos de aquí. No podemos quedarnos ni un minuto más —respondió Álvaro con determinación—. No quiero que nos encuentren cuando vuelvan a buscarle.
Agarró a Clara por el brazo y la llevó hacia la salida. Antes de cerrar la puerta, echó un último vistazo al cuerpo del hombre. Tenía la sensación de que la noche iba a ser larga y que el peligro que acechaba estaba cada vez más cerca.
Huyendo en la noche
Condujeron durante varios kilómetros, sin un rumbo fijo, solo buscando alejarse de la casa y del cadáver que habían dejado atrás. Clara estaba visiblemente alterada, temblando y con la mirada perdida. Álvaro no podía apartar de su mente la imagen del cuerpo. Esto ya no era un simple juego de engaños o de negocios sucios; alguien había cruzado la línea, y él tenía la sensación de que ese alguien no se detendría hasta acabar con ellos.
Finalmente, se detuvieron en un motel barato en las afueras de la ciudad. Álvaro pagó en efectivo y pidió una habitación, queriendo evitar cualquier rastro que pudieran seguir. Mientras subían las escaleras, no podía dejar de pensar en quién estaba detrás de todo. ¿Javier? ¿O había alguien más moviendo los hilos?
Al entrar en la habitación, Clara se dejó caer en la cama, exhausta y con lágrimas en los ojos.
—No puedo seguir así, Álvaro… —murmuró—. Todo esto es mi culpa. Si no te hubiera involucrado…
Álvaro negó con la cabeza, sintiendo la frustración crecer dentro de él.
—Esto va más allá de ti, Clara. Ahora es un juego en el que todos estamos atrapados, y el próximo paso podría ser el último si no hacemos algo.
Miró por la ventana hacia el oscuro aparcamiento del motel, sabiendo que la próxima jugada sería crucial. Y en lo más profundo de su mente, empezó a trazar el plan que necesitarían para enfrentar a quienquiera que estuviera detrás de todo esto.
La llamada inesperada
Mientras trataba de relajarse, el móvil de Álvaro vibró. Un número desconocido aparecía en la pantalla. Dudó antes de contestar, pero finalmente lo hizo.
—Rivas —respondió, con un tono áspero.
Una voz que no reconoció se filtró por el auricular, baja y amenazante.
—Sabemos dónde estás, detective. Te advertimos que no te metieras en esto.
Álvaro se tensó y observó a Clara, que lo miraba con los ojos muy abiertos.
—¿Quién eres? —preguntó, intentando mantener la calma.
La risa del otro lado del teléfono era gélida.
—Alguien que te está haciendo un favor. Deja de meterte donde no te llaman, y puede que salgas de esta con vida. Clara ya ha tenido demasiadas oportunidades. Es hora de que entiendas las reglas del juego.
La línea se cortó antes de que pudiera responder. Álvaro se quedó mirando el móvil, sintiendo que el peligro era más cercano de lo que había imaginado. Clara se acercó, desesperada por saber lo que había escuchado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, su voz temblando.
—Nos han encontrado, Clara —dijo él, intentando mantener la calma—. Pero no se darán cuenta de lo que les espera si piensan que nos vamos a rendir tan fácilmente.
Una noche de vigilancia
Esa noche, no hubo sueño para ninguno de los dos. Mientras Clara permanecía junto a la ventana, vigilando cualquier movimiento, Álvaro repasaba mentalmente todo lo que sabía del caso. Necesitaban un plan para adelantarse a los próximos movimientos de Javier y de los desconocidos que parecían querer eliminar cualquier rastro de sus operaciones.
Álvaro revisó el arma que llevaba en su chaqueta, asegurándose de que estaba lista. Estaba dispuesto a enfrentar a quien fuera que viniera por ellos, pero en su interior sabía que, a medida que el misterio se desentrañaba, el costo iba a ser cada vez más alto.
A lo lejos, el sonido de un motor rompió la tranquilidad de la noche. Los dos se miraron, sabiendo que la calma había llegado a su fin.
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