Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente

Esta entrada es la parte 20 de 25 de la serie La Sombra de la Sospecha
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La mansión, que solía ser un refugio impenetrable para Javier, ahora era un campo de batalla. Álvaro y Clara estaban atrapados en su interior, con la tensión creciendo a cada segundo. La puerta del despacho se abrió lentamente, revelando a Javier. Sus movimientos eran controlados, y su mirada fría y calculadora no dejó de examinar a los dos intrusos.

Javier cruzó el umbral con una calma inquietante, sus ojos fijos en Clara.

—Siempre supe que no eras de fiar —dijo, ignorando el arma que Álvaro tenía apuntando hacia él—. Pero esto… —miró a Álvaro con una sonrisa burlona—, esto es decepcionante incluso para ti, Clara.

Álvaro no se movió, pero su dedo descansaba sobre el gatillo.

—Un paso más y termino con esto, Javier.

El magnate levantó las manos en un gesto casi teatral.

—¿De verdad crees que esto se resuelve con un disparo? —preguntó, con una ligera risa—. Si me matas aquí, no saldréis vivos de esta casa.

—Cállate y quédate donde estás —replicó Álvaro, sin bajar la guardia.

Clara, oculta tras el escritorio, trataba de contener el temblor en sus manos. Miró el compartimento donde había escondido el disco duro y supo que ese pequeño objeto era la clave para terminar con todo, pero también el detonante de la furia de Javier.

—¿Sabes, Álvaro? —dijo Javier, dando un paso lento hacia un lado, como un depredador acechando—. Siempre me ha fascinado cómo Clara atrae a tipos como tú. Fuertes, decididos… pero ingenuos.

Álvaro no respondió. Mantuvo el arma fija en él, pero su mirada no dejó de buscar el menor movimiento en la puerta, sabiendo que no tardarían en llegar los hombres de Javier.

—Clara —continuó Javier, girando su atención hacia ella—, ¿de verdad creíste que podías ocultarme esto? He sabido dónde estaba ese archivo desde el día que lo escondiste. Simplemente quería ver hasta dónde llegarías.

Clara salió lentamente de su escondite, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y rabia.

—Entonces, ¿por qué no me detuviste? —preguntó ella, su voz quebrándose ligeramente.

Javier sonrió, pero esta vez su expresión era oscura, casi cruel.

—Porque me divierte ver cómo intentas escapar. Siempre has sido buena fingiendo ser fuerte, pero al final vuelves a mí. Siempre lo haces.

Antes de que Clara pudiera responder, un ruido ensordecedor sacudió la puerta del despacho. Los hombres de Javier habían llegado. La madera se astilló mientras los golpes continuaban, y Álvaro supo que tenían segundos antes de que entraran.

—¡Clara, coge el archivo y prepárate para correr! —gritó Álvaro.

Clara abrió el compartimento y sacó el disco duro, su mano temblando mientras lo guardaba en el bolsillo de su chaqueta. Javier no hizo nada para detenerla. En cambio, se cruzó de brazos, observando con aparente interés.

—¿De verdad creéis que vais a salir de aquí con vida? —dijo, mientras los golpes en la puerta se intensificaban.

Álvaro no respondió. Se colocó frente a Clara, listo para disparar si era necesario. Cuando la puerta finalmente cedió, tres hombres armados irrumpieron en la habitación. Álvaro abrió fuego inmediatamente, acertando a uno en el hombro y obligando a los otros dos a cubrirse detrás del marco de la puerta.

—¡Clara, por la ventana! —ordenó Álvaro, sin dejar de disparar.

Clara dudó por un instante, pero luego corrió hacia la ventana al otro lado del despacho. La abrió con dificultad, mientras Álvaro continuaba cubriéndola.

Javier no hizo ningún intento por detenerlos. En su lugar, se limitó a observar con una sonrisa gélida mientras Clara saltaba por la ventana, seguida de Álvaro.

—Esto no ha terminado, Clara —susurró para sí mismo, antes de girarse hacia sus hombres—. Traedme el archivo.

Álvaro y Clara aterrizaron en el tejado de un cobertizo exterior, sus cuerpos vibrando por la adrenalina. Los hombres de Javier les seguían de cerca, disparando desde la ventana del despacho.

—¡Rápido! —gritó Álvaro, tirando de Clara hacia el borde del tejado.

Saltaron al suelo, corriendo hacia el jardín trasero mientras las balas zumbaban a su alrededor. La oscuridad les daba cierta ventaja, pero Álvaro sabía que no podían escapar corriendo.

En el extremo del jardín, un coche oscuro estaba estacionado, probablemente uno de los vehículos de Javier. Álvaro corrió hacia él, rompiendo la ventana del conductor con el mango de su pistola.

—¡Sube! —le gritó a Clara, mientras se deslizaba al asiento del conductor y comenzaba a manipular los cables del motor.

El coche arrancó justo cuando los hombres de Javier aparecieron en el jardín. Las balas golpearon el capó mientras Álvaro pisaba el acelerador, haciendo que el coche derrapara mientras salían por un camino lateral.

La carretera estaba oscura y sinuosa, y aunque los perseguidores no tardarían en reagruparse, por un momento, la tensión disminuyó. Clara, sentada en el asiento del copiloto, miró el disco duro en sus manos como si fuera un artefacto explosivo.

—¿Crees que esto será suficiente? —preguntó, con la voz temblorosa.

Álvaro, aún enfocado en la carretera, respondió:

—Será suficiente para empezar. Pero ahora, necesitamos encontrar a Morales. Esto no puede esperar más.

Clara asintió, pero en el fondo sabía que Javier no se rendiría tan fácilmente. Lo que habían logrado esa noche era solo el comienzo de un enfrentamiento mucho mayor.

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