- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
El fuego rugía a su alrededor, devorando la mansión de Javier. El estruendo de la explosión aún retumbaba en los oídos de Clara y Álvaro mientras corrían entre los escombros, esquivando las vigas que caían del techo en llamas.
Todo había cambiado en cuestión de segundos. Javier, herido de muerte, había activado un sistema de autodestrucción, asegurándose de que nadie pudiera salir vivo con la información que lo incriminaba.
—Tú nunca entendiste nada, Rivas —susurró con una sonrisa manchada de sangre antes de accionar el mecanismo oculto en su escritorio.
Las alarmas comenzaron a sonar, un pitido agudo marcó una cuenta atrás, y luego… el primer estallido.
Las ventanas estallaron, las paredes temblaron, y el fuego comenzó a extenderse con rapidez.
En medio del caos, cuando la salida parecía al alcance de la mano, una silueta emergió entre el humo.
—No tan rápido —dijo Morales, apuntando a Álvaro con una pistola.
Clara se quedó helada. El inspector había estado jugando con ellos todo el tiempo.
—No puedo permitir que sigas respirando, Rivas —continuó Morales con frialdad—. Hay gente muy poderosa que necesita que esto termine aquí.
Álvaro le miró con rabia contenida.
—¿Así que todo este tiempo trabajabas para ellos?
Morales negó con la cabeza.
—No para Javier. Para los que realmente mueven los hilos. Tú y Clara sois un problema que debe desaparecer.
Clara sintió un escalofrío.
—¿Hiciste explotar la mansión?
—No. Fue Javier. Pero me viene de maravilla.
El tiempo pareció ralentizarse. Morales apretó el gatillo, pero Clara reaccionó antes. Se lanzó contra él, desviando el arma. El disparo rebotó en una viga, perdiéndose en el caos.
Álvaro no dudó. Disparó.
La bala impactó en Morales, que cayó pesadamente al suelo, con los ojos abiertos de par en par.
El inspector jadeó, con la mirada incrédula.
—No sabes lo que has hecho…
Pero Álvaro no se quedó a comprobar si seguía vivo.
A lo lejos, Javier, malherido, intentaba arrastrarse hacia la salida trasera. Su traje estaba cubierto de polvo y sangre, pero su sonrisa seguía intacta.
Clara y Álvaro le vieron por última vez antes de que una segunda explosión hiciera ceder el techo sobre él.
El fuego lo engulló por completo.
Con el fuego devorándolo todo, Álvaro y Clara encontraron una ventana abierta y saltaron al vacío antes de que la estructura colapsara por completo.
Rodaron sobre la hierba, cubiertos de ceniza y polvo, pero vivos.
Los cuerpos de los guardias de Javier estaban esparcidos por el jardín. Las sirenas comenzaban a sonar en la distancia. No había tiempo.
Álvaro miró a Clara con seriedad.
—Clara, escucha. No podemos seguir juntos.
Ella le miró como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—¿Qué?
—Siguen tras nosotros. Si nos quedamos juntos, estarás en peligro.
Clara negó con la cabeza, pero antes de que pudiera replicar, Álvaro ya estaba alejándose entre las sombras.
Horas después, cuando los bomberos removieron los restos de la mansión, encontraron un cadáver calcinado con el reloj de Álvaro en la muñeca.
Álvaro Rivas fue dado por muerto.
Epílogo: La Sombra de la Sospecha
Meses después…
Clara había intentado rehacer su vida, lejos de todo lo que había pasado. Pero cada noche, la imagen de la mansión en llamas volvía a su mente.
Una tarde, mientras tomaba un café en una terraza, el camarero dejó una nota bajo su taza.
La abrió con manos temblorosas.
“Si lees esto, significa que Morales no terminó el trabajo. Nos vemos pronto. —A.R.”
Su corazón se aceleró. No era posible…
Pero entonces, al levantar la vista, le vio.
Álvaro estaba allí, apoyado contra una pared, con una media sonrisa en los labios.
Clara se levantó de golpe, sintiendo una mezcla de rabia y alivio.
—¡Hijo de puta!
Pero antes de que pudiera decir nada más, él la tomó de la cintura y la besó.
FIN.
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