Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz

Esta entrada es la parte 18 de 25 de la serie La Sombra de la Sospecha
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Llegaron al coche que Raúl tenía estacionado fuera, subiendo rápidamente a pesar de que Clara todavía estaba aturdida debido a su estado. Emprendiendo la huída el coche derrapó ligeramente al girar en un callejón oscuro y silencioso, lejos de la persecución que los había seguido desde el hospital. Con el brazo herido, Raúl apretó los dientes y apagó el motor de golpe frente a un edificio destartalado, con ventanas rotas y graffitis que cubrían sus paredes.

—No es un palacio, pero servirá para esconderse —gruñó Raúl mientras abría la puerta con dificultad.

Álvaro bajó del coche rápidamente y ayudó a Clara, que seguía tambaleándose tras el caos del hospital. Aunque intentaba mantenerse fuerte, su rostro pálido y el temblor en sus manos delataban el miedo que llevaba dentro.

—¿Qué es este sitio? —preguntó Clara, mientras miraba la fachada con dudas.

—Un refugio viejo. Nadie lo conoce, pero tampoco esperes comodidades —respondió Raúl, mientras se aseguraba de que no les seguían.

Subieron por una estrecha escalera de metal que crujía con cada paso, y entraron en un pequeño apartamento abarrotado de cajas, muebles viejos y botellas vacías. La única ventana estaba tapiada con tablones, dejando entrar apenas un hilo de luz. Raúl cerró la puerta tras ellos y bloqueó el acceso con una pesada barra de madera.

—Por ahora estamos seguros. Pero no por mucho tiempo —dijo, dejándose caer en un sofá desvencijado.

Álvaro se giró hacia Clara, su rostro endurecido. La tensión en la habitación era palpable. Sabía que no podían seguir avanzando sin obtener respuestas claras de ella.

—Clara, ya no más rodeos. Necesito saberlo todo. ¿Qué estás escondiendo? —exigió Álvaro, cruzando los brazos.

Clara se sentó en una silla desvencijada, temblando ligeramente. Durante unos segundos, pareció debatirse consigo misma. Finalmente, respiró hondo y levantó la mirada hacia Álvaro.

—No era solo Javier. Yo… yo fui quien empezó todo esto.

El silencio llenó el cuarto. Álvaro y Raúl intercambiaron miradas, tratando de procesar lo que acababan de escuchar.

—¿Qué significa eso? —preguntó Álvaro, su voz cargada de incredulidad.

Clara tragó saliva antes de continuar.

—Antes de conocer a Javier, trabajaba para uno de sus socios principales. Yo manejaba transferencias internacionales, pero no sabía que estaba ayudando a blanquear dinero. Cuando me di cuenta, intenté salir, pero ya era tarde. Ellos lo sabían todo de mí: mis contactos, mis debilidades… Me chantajearon, y Javier fue parte del trato. Me casé con él para protegerme, pero todo se complicó.

Raúl, apoyado contra la pared, exhaló con fuerza.

—Así que no solo eras una víctima, también eras una pieza clave. ¿Por qué no dijiste nada antes?

Clara lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Porque sabía que no confiaríais en mí. Pero ahora no tengo elección. Hay algo que puede acabar con todo esto.

Álvaro frunció el ceño.

—¿Qué cosa?

—Un archivo. Antes de que todo esto comenzara, escondí un archivo con los nombres, cuentas y transacciones de toda la red. Si lo entregamos a Morales, podemos acabar con Javier y sus socios.

—¿Y dónde está ese archivo? —preguntó Álvaro, entre la frustración y la urgencia.

Clara bajó la cabeza, como si supiera que lo que estaba a punto de decir complicaría aún más las cosas.

—Está en casa. Lo escondí en el despacho, dentro de un compartimento secreto.

No hubo tiempo para procesar la información. Un ruido metálico en la puerta principal rompió el silencio. Raúl se levantó de golpe, llevándose la mano al arma.

—Nos han encontrado —dijo en voz baja.

La puerta tembló violentamente, y un segundo después, estalló en pedazos. Tres hombres armados entraron disparando. Álvaro empujó a Clara hacia el suelo mientras él y Raúl buscaban cobertura detrás de un viejo armario.

—¡Raúl, cúbreme! —gritó Álvaro mientras disparaba contra los atacantes.

Raúl, con el brazo herido, se movió hacia una esquina y devolvió el fuego, alcanzando a uno de los hombres en la pierna. Sin embargo, los otros dos continuaron avanzando.

—¡Clara, ve hacia la cocina! ¡Sal por la ventana trasera! —ordenó Álvaro, sin dejar de disparar.

Clara dudó por un instante, pero luego obedeció, gateando hacia la salida mientras los disparos seguían resonando en la pequeña habitación. Uno de los atacantes la vio moverse y se dirigió hacia ella, pero Álvaro le disparó en el hombro, deteniéndole justo a tiempo.

—¡Raúl, tenemos que salir! —gritó Álvaro, cubriendo a Clara mientras escapaba por la ventana.

Raúl asintió, disparando una última ráfaga antes de seguir a Álvaro hacia el callejón.

En el callejón, Clara ya estaba fuera, temblando mientras miraba a su alrededor. Álvaro la agarró por el brazo y la guió hacia un coche abandonado que estaba estacionado cerca.

—¡Entra! —le ordenó, mientras conseguía arrancar el vehículo.

Apenas habían comenzado a avanzar cuando los coches enemigos aparecieron al final de la calle, iniciando una persecución implacable.

—¡Sujétate! —gritó Álvaro mientras giraba bruscamente para evitar un disparo que impactó contra el capó.

La carretera se convirtió en un caos. Los coches enemigos disparaban mientras intentaban cerrarles el paso. Álvaro zigzagueaba entre calles estrechas, buscando una manera de despistarlos.

—No podemos seguir así —dijo Clara, mirando hacia atrás con el rostro lleno de miedo.

Álvaro apretó los dientes.

—No lo haremos. Vamos a tu casa. Si quiere jugar, jugaremos en su terreno.

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