- Sinopsis de “La Sombra de la Sospecha”
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 1)
- Capítulo 1: La rutina del detective (Parte 2)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 1)
- Capítulo 2: El primer encuentro (Parte 2)
- Capítulo 3: Siguiendo el rastro
- Capítulo 4: Enigmas y distracciones
- Capítulo 5: Desencuentros y sospechas
- Capítulo 6: El giro inesperado
- Capítulo 7: Más allá de las sospechas
- Capítulo 8: La trampa
- Capítulo 9: Amenazas Ocultas
- Capítulo 10: Punto de no retorno
- Capítulo 11: El precio de la verdad
- Capítulo 12: La Persecución
- Capítulo 13: Secretos en el Hospital
- Capítulo 14: El regreso de Clara y una nueva amenaza
- Capítulo 15: La Verdad Sale a la Luz
- Capítulo 16: En el Corazón del Peligro
- Capítulo 17: El Enfrentamiento Inminente
- Capítulo 18: Aliados en la Sombra
- Capítulo 19: Pactos en la Oscuridad
- Capítulo 20: Un Respiro Antes de la Tormenta
- Capítulo 22: El Juego de la Reina
- Capítulo 23: La Última Jugada
La carretera de tierra crujía bajo los neumáticos mientras el coche avanzaba por un sendero oculto entre los árboles. La persecución en el restaurante había dejado claro que Javier no iba a detenerse, y necesitaban un lugar donde reagruparse antes de decidir su siguiente paso.
—No podemos seguir así —dijo Clara en voz baja, con la vista fija en la libreta que sostenía sobre sus piernas.
Álvaro, con las manos firmes en el volante, no apartó la mirada del camino.
—Lo sé. Pero quedarnos quietos también es un riesgo.
—Sí, bueno… por lo menos podríamos dormir sin el miedo de que nos vuelen la cabeza mientras tanto —replicó Félix desde el asiento trasero, sacando un cigarrillo de su chaqueta.
Álvaro le miró por el retrovisor con expresión seria.
—No fumes en el coche.
Félix suspiró y guardó el cigarro.
—Eres un tipo muy serio, Rivas. No me extraña que necesites unas vacaciones.
Clara dejó escapar una risa sarcástica.
—Sí, una semana en el Caribe suena perfecto ahora mismo.
—¿Ya has mirado hoteles? —bromeó Félix.
Álvaro ignoró el intercambio y giró en un desvío apenas visible entre la maleza. La cabaña estaba a menos de un kilómetro, oculta en lo profundo del bosque, lejos de cualquier carretera transitada. Félix había insistido en que era un lugar seguro. No estaba registrado a su nombre, ni al de nadie relacionado con Javier.
Cuando llegaron, el edificio se alzó frente a ellos como una sombra entre los árboles. Era una construcción antigua pero robusta, con una chimenea de piedra y ventanas cubiertas por gruesos postigos de madera. Álvaro apagó el motor y bajó del coche, escaneando los alrededores con una mirada experta antes de hacerle un gesto a Clara y a Félix para que le siguieran.
—No parece un sitio de lujo, pero servirá —comentó Félix mientras empujaba la puerta, que se abrió con un leve chirrido.
El interior de la cabaña estaba en mejores condiciones de lo que esperaban. Muebles rústicos, una mesa grande en el centro y una chimenea apagada que aún conservaba restos de cenizas recientes. Había un par de habitaciones pequeñas, lo justo para un escondite improvisado.
Álvaro cerró las cortinas antes de soltar un suspiro y dejar caer su mochila sobre una silla.
—Vamos a descansar un poco —dijo, frotándose la nuca—. Pero no más de unas horas.
Clara dejó la libreta sobre la mesa y se apoyó en el respaldo de una silla.
—¿Qué haremos después?
—Decidir qué hacemos con esto —respondió Álvaro, señalando la libreta y el portátil—. Y cómo nos adelantamos a Javier antes de que vuelva a encontrarnos.
Félix se estiró con pereza.
—Yo me pido la primera guardia. No soy bueno durmiendo, de todas formas.
Álvaro asintió y se dirigió a la habitación contigua sin decir más. Clara le siguió con la mirada, sintiendo cómo su pecho se apretaba.
Unos minutos después, Clara entró en la habitación donde Álvaro estaba sentado en el borde de la cama, revisando su pistola.
—Deberías descansar —dijo ella, apoyándose en el marco de la puerta.
—Tú también —respondió él sin levantar la vista.
Ella dudó un instante antes de caminar hacia él. Se sentó a su lado, sintiendo la calidez de su presencia en medio del frío que parecía haberse instalado en sus huesos desde que todo comenzó.
—¿Cómo haces para estar tan tranquilo todo el tiempo? —preguntó en voz baja.
Álvaro exhaló y apoyó los codos sobre sus rodillas.
—No lo estoy. Solo… lo escondo mejor.
Clara bajó la mirada y jugueteó con la manga de su chaqueta.
—A veces me pregunto cómo terminamos aquí.
Álvaro giró la cabeza hacia ella, observándola en silencio por unos segundos antes de decir:
—Siguiendo a la persona equivocada.
Ella dejó escapar una risa amarga.
—Eso seguro.
El silencio se hizo más denso entre ellos, pero no era incómodo. Era un entendimiento silencioso, una conexión que había estado creciendo entre huidas, balas y verdades a medias.
Clara le miró y, sin pensarlo demasiado, se inclinó ligeramente hacia él. Álvaro no se apartó.
El beso fue lento, como si ambos dudaran antes de dejarse llevar. No era un beso desesperado, sino contenido, lleno de todo lo que no habían dicho hasta ahora. Cuando se separaron, Clara bajó la mirada, sintiendo que la realidad volvía a caer sobre ellos.
—Lo siento… —susurró.
Álvaro levantó su mano y le acarició la mejilla con suavidad, obligándola a mirarle.
—No lo hagas.
Sus ojos oscuros eran sinceros, y por primera vez en mucho tiempo, Clara sintió que podía confiar en alguien sin miedo.
Antes de que pudieran decir algo más, un ruido en el exterior rompió la tranquilidad del momento.
Álvaro se puso de pie en un instante, con su arma en la mano. Clara hizo lo mismo, sintiendo cómo la adrenalina volvía a recorrer su cuerpo.
Félix apareció en la puerta, con el rostro serio.
—Tenemos compañía.
Clara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Cómo nos encontraron?
Álvaro se asomó a la ventana y vio las luces de un coche acercándose lentamente por el camino.
—No sé… pero no vamos a quedarnos para averiguarlo.
En cuestión de segundos, recogieron lo esencial y apagaron cualquier luz en la cabaña. Félix salió primero, moviéndose en la oscuridad con la experiencia de alguien que había estado en esa situación muchas veces antes.
—El coche está demasiado cerca. Si intentamos salir ahora, nos verán —susurró Félix.
Álvaro pensó rápido. Miró a Clara y luego a Félix.
—Nos dividimos. Vosotros id por la parte trasera. Yo les distraigo.
—¿Qué? ¡No! —Clara negó con la cabeza—. No puedes enfrentarte a ellos solo.
Álvaro le dedicó una media sonrisa.
—No sería la primera vez.
Sin dejarle opción a protestar, le apretó la mano brevemente antes de salir por la puerta principal, con el arma lista.
Clara sintió que su corazón latía con fuerza mientras le veía alejarse entre las sombras.
—Vamos —susurró Félix, tirando de ella hacia la parte trasera de la cabaña.
Mientras escapaban en la oscuridad, Clara supo que algo había cambiado. Ya no solo estaba huyendo de Javier. Ahora, también estaba luchando por algo más.
Descubre más desde Cajón de Sastre
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.